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Hace unos ocho años, Antonio Guadalupe afirmaba: “En Diálogo de Fauna, he querido narrar y plasmar el mundo que nos rodea y que transita por nuestra mente, de manera que este mundo mental se convierta en una realidad plástica, donde la figuración muestre signos que representan parte de la historia o un testimonio de la visión, de la mente y su inconmensurable creatividad”.
La exposición ha cambiado de lugar y de nombre, pe- roel maestro Antonio Guadalupe hoy mantiene tanto la ideología plural y bienvenida de las obras como sus atractivos estructurales y técnicos, especialmente el espacio, la construcción, las líneas, que se “proyectan” irresistibles. Hasta provocan la reflexión de un espectador impresionado.
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La Galería Nacional de Bellas Artes presenta en su segunda planta una exposición retrospectiva, de Antonio Guadalupe, titulada “Estaciones”, que desarrolla temáticamente “Palma Sola”, “Inriri”, “Toro de Tres Cabezas”, “Hombre y Fauna”, “Titulares. Son pinturas y dibujos ‑sobre todo‑, realizados desde la década del 80 ‑bien entrada‑ hasta años muy recientes.
Los consideramos únicos en la actualidad por sus compromisos.
Es indiscutible que Antonio Guadalupe es el más comprometido de nuestros artistas. No hay obra alguna simplemente decorativa o banal. ¡Todas dicen, insisten, muestran, demuestran, con vencen!
La exposición
A pesar de los años transcurridos y los diferentes temas tratados, acogemos la exposición como un conjunto, centrado además en la personalidad del artista. Se rio, riguroso, exigente consigo mismo, produce e investiga con una perseverancia continua y un impulso creativo incontenible.
Encontramos en su oficio la misma constancia y entereza que en su vida profesional, entre estudios en la provincia y la capital, el país y el exterior, luego una dedicación que incluye el taller, la academia, las exposiciones nacionales e internacionales. Preocupa do por sus pares, tres veces ha encabezado el Colegio Dominicano de Artistas Plásticos.
Una exposición, de tanta magnitud, requería una organización escrupulosa ‑la dirigió Mildred Canahuate‑ y una museografía experta la hizo Salvador Bergés‑. Varias salas y paredes albergan un montaje complejo, que ha sabido jugar con formatos pequeños y dimensiones vastas que evocan la posibilidad de convertirse en murales.
La agrupación de las pinturas se convierte en un clamor de colores, ritmos y transparencias. El despliegue de técnicas mixtas ‑según el mismo Guadalupe‑ y dibujos ‑así consideramos su “contrapunto” de blanco y negro‑ plasma sucesos dramáticos de la historia criolla, y también otro drama, el de la naturaleza agredida.
Antonio Guadalupe maneja un estilo expresionista singular. Las formas neo‑figurativas, a veces legibles como abstractas, alían la fluidez con la precisión. Líneas incisivas y elipses interiores, pigmento tigero y tonos controlados instrumentan los mensajes.
Un impulso gestual aumenta el dinamismo de la composición que suele cubrir la superficie crear una atmósfera de morfologías, signos y referencias.
Un pintor de historia
Recientemente, se nos ocurrió decir, de modo insistente, que Antonio Guadalupe es un gran pintor ‑en sentido general‑ de historia.
Tal vez, nadie como él ‑exceptuando a Silvano Lora‑ había interpretado testimonios de la historia dominicana moderna sin evadir una postura social y política ‑aunque jamás partidista‑.
El defiende el pueblo y sus líderes en sus aspiraciones de progreso individual y colectivo, fustiga el “martirio” de los resistentes y la brutalidad de los policías, en suma, apoya para todos progreso participativo y respeto de sus derechos.
Las grandes obras, recordando al mesiánico Papá Liborio y a la militante Mamá Tingo conmueven. El presupuesto a Educación y el rechazo a la corrupción son otros temas que le inspiran cuadros justicieros: observamos cómo representa el pueblo, masivo y anónimo.
Antonio Guadalupe invita a una lectura directa y comunicativa. El excelente dominio formal, sin embargo, guiña un ojo a la caricatura y al “Comic”, facilitando la relación visual y conceptual.
Es algo importante. Cinco secuencias, una sola conclusión
A pesar de extenderse durante casi cuatro décadas, no notamos en las obras, contrastes ni altibajos de tratamiento. Por ello, hablamos de conjunto y de seducción totalizante.
Antonio Guadalupe ha elegido para llevarlos a la recreación visual, “Titulares” periodísticos circunstanciales e históricos. En “Palma sola”, él ha plasmado “un oscuro pasado” de la represión y la intolerancia. “El Toro de tres Cabeza” es una alegoría de la fuerza de la cultura dominicana por sus fuentes indoamericanas, africanas e hispánicas.
En cuanto al “Inriri”, vocablo taín para el pájaro carpintero, homenajea al ave legendaria, y nos recuerda que Guadalupe ideó el “tainismo”.
Mirando al hombre y la fauna, el mensaje está claro: el hombre debe vivir dentro de la naturaleza y respetarla: flora, fauna, tierra, mar, medio ambiente.
Era una exposición necesaria. ¡Gracias Antonio Guadalupe!