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Quien ha trabajado con Windows, en algún momento, frente a la parálisis de procesos o funciones, se ha visto en la obligación de apretar simultáneamente las teclas “Ctrl + Alt + Del”; acceder al “Administrador de Tareas”; interrumpir los procesos congelados; y retomar control del sistema. Ante una crisis operativa, cuya resolución no amerite el reinicio del sistema –con todas sus consecuencias–, el comando funciona como “botón de pánico”, y, dentro de condiciones de daño mínimo, permite reorganizar todo “desde cero”… sin llegar a cero.
A nivel de relato y percepción, 2025 no ha sido un buen año para el gobierno. A pesar del buen desempeño (y recuperación) de indicadores económicos importantes, los incentivos e instrumentos a través de los cuales pretendía remontar en percepción (fiestas navideñas, doble sueldo, bonos, canastas, etc.), tras el escándalo SENASA, lo que prometía ser un buen cierre de año, puede que sea el preludio de un año peor.
En buen dominicano, al gobierno se le están “cayendo todos los palitos” y, a dos largos años y medio por delante, parece que ha perdido la iniciativa estratégica, luce desgastado y erosionado.
A medida que el caso SENASA se profundiza, y se conoce el alcance, extensión y complejidad del entramado de corrupción desplegado; a nivel de percepción ciudadana, todo el relato anticorrupción del gobierno va quedando vacío. Por mucho que existan sobradas evidencias de que el presidente está decidido y comprometido a enfrentar y extirpar ese cáncer que asoma cabeza en su gestión; a la par de la indignación y la rabia, crece en la gente una sensación de derrota y desesperanza que sólo puede ser superada con una renovación total de la confianza en el gobierno.
La “maldición del segundo período” ha llegado. Las circunstancias obligan al presidente Abinader a relanzar su gobierno, de lo contrario, bajo ningún concepto 2026 podrá ser mejor que 2025; sí, a la par de mantener todo igual, el calendario electoral se calienta; la oposición se galvaniza y todos en el partido levantarán tiendas para reinstalarlas en otros campamentos. La soledad del poder no es una metáfora…
Un sistema político difiere poco a uno informático. El presidente debe tocar las teclas de referencia, ir al “Administrador de Tareas” y reiniciar todo el gobierno.
Ante la gravedad de la crisis reputacional y de percepción; el quiebre temporal de la confianza; la amenaza de rescisión unilateral del contrato firmado con el pueblo, basado en esa confianza que este depositó; o bien, todos los funcionarios ponen a disposición del presidente sus cargos; o bien, el presidente se los requiere. Lo del formalismo es meramente un tecnicismo.
En la práctica, todo el gobierno debe estar a disposición de un proceso de reestructuración que permita revalidar la confianza de la ciudadanía y facilitar que el presidente pueda conformar –como considere necesario–, un nuevo gobierno, desde el gobierno. Un cambio dentro del cambio… porque, de lo contrario, habrá cambio.
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1 day ago
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