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«A mí también me gusta tenerlo aquí. Ha hecho un trabajo fantástico, (tiene) una mente increíble», añadió.
Pero ¿sobrevivirá este «bromance» a algunas diferencias políticas importantes y a sus propias personalidades?
Estos son seis posibles puntos de fricción:
– ¿Quién es el jefe? –
Musk es conocido por ser adicto al trabajo y un apóstol de las jornadas laborales interminables. Dirige sus empresas como feudos personales en los que rara vez se cuestiona su autoridad.
Desde las líneas de producción de las fábricas hasta la sala de juntas, está acostumbrado a salirse con la suya con un estilo cáustico que le lleva a despedir a la gente en el acto y, a veces, a insultar a los empleados.
Trump también es aficionado a despedir y a humillar a las personas en público, exige lealtad total y en el pasado le ha molestado compartir el protagonismo con otros.
Le gusta enfrentar entre sí a sus asesores y miembros del gabinete, según antiguos colaboradores.
La semana pasada Musk ya tuvo su primera pelea pública con Boris Epshteyn, funcionario de la transición de Trump, según el sitio de noticias Axios.
Y el sábado apoyó abiertamente al millonario Howard Lutnick para el cargo de secretario del Tesoro, poniendo a prueba su influencia.
– Cambio climático –
Musk invirtió en Tesla en 2004, en parte por su preocupación por el calentamiento global.
En 2017 renunció a asesorar a Trump en protesta contra la decisión del entonces presidente de retirar a Estados Unidos del acuerdo de París contra el cambio climático.
«El cambio climático es real. Abandonar París no es bueno ni para Estados Unidos ni para el mundo», escribió entonces Musk en Twitter.
El demócrata Joe Biden, sucesor de Trump y dentro de un par de meses predecesor, volvió a unirse al tratado en 2020. Se espera que Trump lo abandone nuevamente.
Musk ha cambiado de opinión recientemente. En una conversación en directo en la red X, dijo en agosto a Trump: «si dentro de 50-100 años somos mayoritariamente sostenibles creo que probablemente estará bien».
– Transición energética –
Musk ha apostado por la transición energética, haciendo fortuna con los coches eléctricos Tesla y desarrollando tecnología de baterías domésticas y tejados solares.
Trump hizo campaña con el lema «perfora, cariño, perfora» y se espera que apruebe nuevas infraestructuras y permisos para combustibles fósiles, abriendo incluso a las empresas petroleras y gasíferas terrenos federales protegidos.
Musk solía burlarse de la «economía de hidrocarburos de extraer y quemar» que Trump defiende abiertamente.
El presidente electo ha elegido como secretario de Energía a un magnate del fracking, un método de extracción de hidrocarburos denunciado por los defensores del medio ambiente. Chris Wright rechazó públicamente el cambio climático y la transición energética el año pasado.
– China –
La agresiva posición de Trump sobre China y el riesgo de una guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo podría ser otra espina en la relación entre los millonarios.
China es un mercado importante para Tesla, donde la compañía tiene una de sus llamadas «gigafábricas» y trata de competir con los fabricantes nacionales.
Musk nunca dice una palabra negativa sobre el gobernante Partido Comunista, lo que le enfrenta a los halcones contra China, como el senador estadounidense Marco Rubio, que ha sido elegido como futuro jefe de la diplomacia.
– Las cuentas a raya –
Musk, que no escatima gastos en sus propias empresas, ha recibido el encargo de Trump de dirigir el recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE)», encargado de recortar el gasto público.
Es más fácil de decir que de hacer, y los planes para recortar programas se enfrentarán casi con toda seguridad a un fuerte rechazo político, incluso por parte de los republicanos.
A medida que se acerquen las elecciones de medio mandato, los intereses políticos de Trump podrían chocar con los recortes duros.
– Compañías tecnológicas –
La complicada relación y rivalidades personales de Musk con las principales empresas tecnológicas de Silicon Valley se remontan a décadas atrás.
El presidente Trump tendrá que entablar relaciones con esos jefes y se espera que Musk se enfrente a innumerables conflictos de intereses.
¿Podrá Musk, que posee su propia empresa de inteligencia artificial, quedarse callado si Trump defiende OpenAI, la compañía respaldada por Microsoft en cuya creación Musk desempeñó un papel clave hace una década?
Si el fundador de Amazon, Jeff Bezos, consigue que Trump le escuche, ¿toleraría Musk que un rival de SpaceX se acercara al santuario interior de la Casa Blanca?