El tren del cambio: riesgo de convertirse en vagón descarrilado 

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EL AUTOR es comunicador. Reside en Santo Domingo.

La administración presidencial de Luis Abinader Corona ha sido blanco de críticas por los casos de corrupción, narcotráfico y lavado de activos; además, de los señalamientos sobre dineros recibidos por la alta dirigencia del Partido Revolucionario Moderno (PRM) que, según reseñas de prensa, fueron utilizados para financiar candidaturas.

Su lema principal fue precisamente “El cambio va”, con el que apeló a una transformación del sistema político, la lucha contra la corrupción y una administración pública más eficiente y transparente.

Parece que el cambio es de una transmisión mecánica, porque la palanca se dislocó y no ha podido cambiar la marcha por el camino que prometió transitar. A medida que avanzaba el tren administrativo, la transmisión se desvió hacia la ruta de la indelicadeza administrativa de algunos funcionarios, provocando el riesgo de descarrilamiento del gobierno.

Presidente Abinader: enfatiza lucha contra la corrupción

De acuerdo con las informaciones reseñadas por los medios de comunicación, los mecánicos —los funcionarios— no han tenido la capacidad de reparar los daños que Abinader recibió al sentarse en el timón del vehículo que debía llevar al país por rumbos seguros. El vehículo anda por caminos equivocados, llenos de hoyos y baches fangosos, y algunos funcionarios se han quedado varados en el lodo.

Luis reparó la transmisión

Después de sincronizar los ejes y piñones de la transmisión, el tren al parecer, está logrando correr por la vía prometida. El presidente ha respondido con la deportación inmediata de individuos vinculados a carteles internacionales. Una medida que proyecta firmeza en el rumbo trazado, pero que también puede interpretarse como reacción más que prevención.

Abinader al cambiar los piñones dañados y lograr sincronizar la palanca del cambio, ha permitido que la justicia actúe contra miembros de su propio gobierno, rompiendo con la tradición de blindaje partidario. Sin embargo, esto expone la fragilidad de su equipo y la falta de filtros en la selección de quienes lo acompañan.

Los señalamientos sobre financiamiento irregular de campañas colocan al PRM en una encrucijada: sostener la narrativa del cambio mientras se enfrenta a prácticas que reproducen el viejo esquema clientelar. Cada caso de corrupción o narcotráfico que toca al gobierno erosiona la credibilidad presidencial y alimenta la narrativa de que el cambio fue más un eslogan que una transformación estructural.

Someter a sus funcionarios por indelicadez, es un acto de reacción, no de prevención. Es como apagar incendios sin revisar el cableado eléctrico que los provoca; como es el caso de SENSA que, está siendo sometido a la justicia a los supuestos culpables de desfalcar esa institución, encargada de administrar cobertura médica para miles de personas bajo el régimen subsidiado y contribuyente. Y es que, el cambio no puede depender solo de la voluntad presidencial; requiere de instituciones sólidas, partidos que se depuren y una ciudadanía vigilante.

A veces el rumbo se corrige al dar espacio a la introspección, aceptar cambios o pedir ayuda. Si el presidente no logra sincronizar la transmisión administrativa por la ruta prometida, el tren del cambio corre el riesgo de convertirse en un vagón descarrilado, arrastrando consigo la esperanza de una democracia más transparente. No se trata de tener el rumbo perfecto, sino de navegar con intención.

JPM

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