“Es la salud, estúpido”: a propósito del caso Senasa

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Una frase similar a la que lleva por título este artículo, pero en el ámbito de la economía, fue utilizada en la política estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, que lo llevó a ser presidente de los Estados Unidos, en una contienda contra George W. Bush padre.

Según los datos que se tienen, la expresión fue creada por James Carville, asesor principal de Clinton, quien colocó un cartel en la sede de la campaña con estos tres mensajes clave para que el equipo no perdiera el enfoque: “Change vs. more of the same” (Cambio vs. más de lo mismo); “The economy, stupid” (Es la economía, estúpido), “Don’t forget health care” (No olvides la atención médica).

La frase no estaba destinada a ser pública, sino que era un recordatorio interno para el equipo político. Sin embargo, se volvió popular y se utilizó ampliamente para resaltar el interés de Clinton por mejorar la economía, en contraste con el presidente en funciones, Bush, quien enfrentaba una recesión económica y tenía una baja aprobación de la población.

La expresión capturó el sentimiento de la época y fue clave en el mensaje que impulsó a Clinton a la victoria. Desde entonces, “Es la economía, estúpido” se ha convertido en una frase icónica, utilizada en política y análisis social para subrayar la importancia de la economía como un tema central de interés público y electoral.

Pero la más importante era la tercera frase, “Don’t forget health care” (No olvides la atención médica) la cual, si hiciéramos introspección y reflexionáramos sobre el funcionamiento de la sociedad, nos daríamos cuenta de que todo empieza y termina en un tema de salud, desde el nacimiento hasta la muerte.

Un médico ginecólogo atiende a la madre embarazada durante nueve meses; luego nace el bebé y, hasta la etapa de la adolescencia, el infante es atendido por un médico pediatra. Posteriormente, y en nuestra vida adulta, frecuentemente debemos realizarnos estudios y pruebas clínicos para detectar enfermedades y/o para atender dolencias. Si te enfermas, entonces tienes que ser atendido en algún centro hospitalario, público o privado. Aún más, si tienes la suerte de envejecer, los cuidados y atenciones médicas aumentan, pues tus problemas de salud casi seguro también se multiplicarán.

Y para que todo lo anterior funcione, se debe contar con entidades como el Seguro Nacional de Salud (Senasa) que, desde su creación en el 2001, se había convertido en un referente de organización, de continuidad de Estado, de eficiencia en los servicios prestados, tanto así que una gran cantidad de empresas privadas pasaron a contratar los productos y servicios médicos que ofrecía esa aseguradora de riesgos de salud.

De esa manera, el Estado empezaba a pagar la deuda social que tenía con la población dominicana en lo relativo a garantizar servicios de salud de calidad.

Pero tenían que aparecer unos “estúpidos”, ambiciosos, codiciosos, avarientos, rapaces, mezquinos, sin alma ni escrúpulos, desenfrenados, marrulleros, tramposos, truhanes, pillos, bellacos, tunantes, villanos, desalmados y desleales, quienes crearon una estructura mafiosa, según lo establecido por el Ministerio Público, para robarse una entidad pública que era un ejemplo de buena gestión. Lo triste es que 10 personas se pusieron de acuerdo para dañar a 7.5 millones de afiliados a Senasa. Verdaderamente terrible.

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