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En pocas semanas, República Dominicana ha pasado de ser visto como un país de una democracia y economía estable del Caribe, a ser señalado, por funcionarios estadounidenses, como una nación que es pieza clave en la lucha contra el narcotráfico y de la migración irregular.
Es en este contexto y debido a un reciente artículo que él publicara en este diario sobre “El triángulo del poder” que se solicitó esta entrevista a Hugo Guiliani Cury, quien fuera embajador del país ante los Estados Unidos y exgobernador del Banco Central.
P: ¿Qué quiere Estados Unidos del país en esta región?
R: Hace unos días el gobierno norteamericano circuló el documento sobre política exterior y seguridad. En este confirma la prioridad del hemisferio occidental y el Caribe. La preocupación de ellos se resume en tres palabras incómodas: drogas, China y migración.
Si uno escucha con atención a Rubio, a Hegseth y a otros voceros de Washington, el mensaje es:
“Queremos un Caribe que no sea trampolín de drogas, ni plataforma de China, ni fuente incontrolada de migrantes”.
Eso es lo que ellos quieren. Es legítimo que ellos cuiden sus intereses.
P: ¿Tiene República Dominicana igual de claro lo que quiere a cambio de esa cooperación?
R: República Dominicana, en cambio, tiene otra realidad:
Una economía que crece, pero en forma desigual y sin desarrollar su producción de bienes. Tampoco ha podido terminar de romper el techo de la informalidad, los bajos salarios y las desigualdades territoriales.
Una frontera occidental pegada a un vecino que es un Estado fallido. Dominado por bandas armadas, miseria extrema y un flujo constante de personas hacia otros países que buscan sobrevivir.
Nuestras instituciones han mejorado, pero siguen vulnerables a la corrupción, al clientelismo y a la penetración del crimen organizado.
P: ¿Qué necesita un país como República Dominicana?
RD: 1. Inversiones y empleos formales
No cualquier empleo: trabajo formal, con cierto nivel de productividad, que permita a la gente dejar de vivir de la “chiripa” o de la emigración. El “nearshoring” es un ejemplo de lo que necesitamos. Esto podría traer fábricas y servicios que hoy están en Asia, es una oportunidad única, pero el “nearshoring” o “relocalización” no llega solo, necesitamos atraerlo.
2. Seguridad interna y fronteriza
No basta con poner soldados y levantar una verja. Se necesita una frontera gestionada con inteligencia, tecnología y un Estado que mande, no que sea rehén de redes ilegales y de corruptos.
3. Instituciones fuertes y menos narco-Estado
De poco sirve atraer inversión si el país se desliza hacia una convivencia “tolerante” con el dinero sucio y las redes criminales. Un Estado capturado por el crimen y el juego no es soberano; es rehén.
4. Educación y oportunidades para la población joven
Si la mejor opción para un joven brillante sigue siendo irse del país, la ecuación de nuestro desarrollo está mal planteada.
5. Pacificación y desarrollo para Haití
Que Estados Unidos se comprometa, con otros actores, a impulsar un mecanismo robusto y de un plan de largo plazo. Durante años he estado proponiendo un plan de reconstrucción en forma de un fideicomiso. Sin eso Haití y la frontera seguirán siendo un foco de riesgo permanente.
6. Respeto a la soberanía y transparencia
Acuerdos temporales, con límites claros, revisables y sometidos al escrutinio del Congreso y de la opinión pública.
Si lo ponemos en una frase: cooperar sí, pero dentro de un proyecto dominicano, no solo dentro del proyecto de otro.
P: ¿Cómo se podrían coordinar las dos agendas?
R: No es tan difíci. Las agendas no son idénticas, pero sí se cruzan en varios puntos. Estos son:
A Estados Unidos le preocupa que haya drogas; a nosotros también. Pero para ellos, el énfasis está en que no llegue a sus ciudades; para nosotros, en que no penetre nuestras instituciones y barrios.
A Estados Unidos le preocupa que China gane posiciones en puertos y redes; a nosotros nos preocupa tener infraestructura y financiamiento.
A Estados Unidos le preocupa la migración irregular; a nosotros, que la frontera con Haití se desborde y termine erosionando nuestra cohesión social.
P: Todo el mundo habla de soberanía, bases y acuerdos. ¿Por qué usted insiste en la pregunta “qué queremos a cambio?”
R: Porque Estados Unidos tiene una agenda muy definida en el Caribe: frenar el narcotráfico, contener a China y reducir la migración irregular. Para eso necesita socios confiables y puntos de apoyo. La República Dominicana puede ser uno de esos puntos.
P: Hay sectores que dicen que eso es idealismo y que, en la práctica, un país pequeño no puede “poner condiciones”. ¿Es realista hablar de “pliego mínimo”?
R: Justamente ahora es cuando más realista es Estados Unidos. Ellos están buscando aliados fiables en la región; no le sobran. La República Dominicana tiene algo que ofrecer: estabilidad, ubicación, infraestructura básica, legitimidad política. Cuando el socio grande te necesita, tu margen de negociación aumenta.
Cada vez que vayamos a conversar sobre facilidades militares, acuerdos de seguridad o de resoluciones sobre Haití, los dominicanos deben llevar una lista clara de prioridades. Sin dramatismo, pero con firmeza, debemos negociar. Con ellos hay que saber hacerlo. Debemos recordar que su política exterior se basa en el interés y el realismo. Cuando se negocia con ellos es dando y dando. Eso es clave. Esa ha sido nuestra mayor deficiencia. No sabemos negociar.
P: ¿Cómo se le explica esto a la ciudadanía, que ve el debate como “entrega” o “rechazo” a EE.UU.?
R: Nuestro gobierno en la actualidad luce a la defensiva. Su actitud de no confrontar a Trump hasta ahora lo que demuestra es que damos pero no recibimos. Una muestra diferente es México. Trump le eliminó a ese país el 10% de aranceles y el nuestro continúa. Eso significa que la presidenta de México con habilidad negociadora y a veces confrontando a Trump, ha logrado sus objetivos. A pesar de que creo que con las recientes visitas y las facilidades que otorgamos a Estados Unidos, pronto veremos que Trump nos reducirá los aranceles. No obstante tenemos que cambiar el marco de la discusión.
No es “amar” u “odiar” a Estados Unidos, ni “sí o no” a cualquier cooperación. La pregunta que debería hacerse nuestro pueblo es más simple:
“Si ya estamos colaborando, ¿qué estamos obteniendo además de palabras?”
Si la respuesta es vaga –“prestigio”, “amistad”, “apoyo general”–, algo anda mal.
Si la respuesta incluye cosas concretas –infraestructura financiada, programas de inversión, mejora real de la frontera y solución al caso haitiano–, entonces podemos decir que la cooperación tiene sentido.
Hace falta convertir todo eso en un solo guión: Un documento de país que diga: “Estos son nuestros intereses vitales y estas son las condiciones mínimas para cualquier acuerdo de seguridad o cooperación”. Pero la ecuación debe tener otras cosas. Estas son: Visión- Estratégia- Táctica. Actualmente no las tenemos.
El gobierno no trabaja como equipo y por ello las acciones que realice en forma aislada no nos conducirán a un proyecto que tenga éxito.
Es decir que mientras esa ecuación y sus diferentes variables no estén detalladas y en forma explícita, el riesgo es claro: Los norteamericanos seguirán despejando su lado del tablero… y nosotros seguiremos jugando “en defensa” sin tener siquiera un marcador propio. La falta de firmeza en nuestras posiciones y el complejo del cacique Guacanagarix han sido la tradición dominicana en su relación con Washington. Eso tiene que cambiar.
P: ¿Qué debemos hacer?
R: Un pacto Win–Win… si sabemos negociar:
Justamente porque Estados Unidos hoy necesita aliados confiables en el Caribe, la República Dominicana tiene un margen de maniobra que no siempre ha tenido.
Esa es la ventana que se abre:
● Si vamos a alinearnos en la lucha contra el narcotráfico,
● Si vamos a permitir el uso temporal de facilidades,
● Si vamos a respaldar posiciones claves en Haití, Venezuela y en otros países, entonces no es un favor, es un intercambio.
Y en ese intercambio, la agenda dominicana debería estar formulada con unos cinco puntos concretos, no con buenos deseos:
1. Compromiso serio con una arquitectura para resolver el problema Haití
Ni intervención improvisada ni indiferencia; un esquema internacional robusto de largo plazo que Haití bajo un fideicomiso pueda desarrollarse, con recursos y reglas, donde la voz de RD cuente y la frontera sea parte central del diseño.
2. Programa fuerte de desarrollo y seguridad fronteriza
No solo la verja: tecnología, desarrollo provincial, servicios públicos y presencia estatal real en la línea divisoria.
3. Un “Plan Marshall” para el desarrollo dominicano
No en el sentido romántico, sino como paquete de inversión, créditos y apoyo técnico que permita convertir a RD en hub de nearshoring y servicios, con beneficios visibles para la población.
4. Respeto a la soberanía y transparencia interna
Todo acuerdo debe tener plazo, límites, mecanismos de revisión y control democrático. Soberanía no es decir “no” a todo; es saber en qué condiciones se dice “sí”.
5. Formular para el país una visión estratégica con un plan de acción
Al final de cuentas la discusión no puede quedarse en si “somos proamericanos” o “antiamericanos”.
Esa dicotomía sirve para gritar en redes, pero no para gobernar un país.
La pregunta entonces que valdría la pena instalar en la opinión pública es otra, mucho más sencilla:
Si Estados Unidos ya sabe lo que quiere en el Caribe,
¿tiene la República Dominicana igual de claro lo que quiere a cambio?
Mientras no tengamos esa respuesta, seguiremos discutiendo en abstracto sobre soberanía, bases, visitas y discursos sin ver que, poco a poco, ellos están despejando su ecuación, y nosotros apenas hemos empezado con la nuestra.
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2 days ago
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