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En el libro “¿En qué creen los que no creen?”, Carlo Martini le pregunta a Umberto Eco, y se pregunta a sí mismo, por qué existen personas que “a pesar de no creer en un Dios personal, han llegado a dar la vida para no desviarse de sus convicciones morales” (pag.94).
Mi muy apreciado amigo, el dominicano José Batista, me acaba de llamar para reiterarme su invitación a su casa de Puerto Rico antes de marcharse a México, donde continuará un programa patrocinado por diversos estados de México, sobre el tema de la “identidad, individual y ciudadana”, que Batista y otros colegas han desarrollado durante años. Y entre las cosas que han demostrado se encuentra el efecto que producen la serotonina, la oxitocina, la dopamina y otras sustancias que la sola vivenciación del orgullo y la satisfacción que produce la identidad en la gente común, dando cuenta de gran parte de su bienestar y su felicidad.
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No es solamente sentirse orgulloso de ser dominicano, sino, que el estado mental, físico y espiritual generado por el orgullo patrio, es decir, ese sentimiento grupal y de sí mismo que produce bienestar, es un factor de estabilización mental del individuo, y de estabilidad y desarrollo personal, familiar y social.
Eso lo sabe cualquier persona con solo recordar las caricias de su madre.
Para nuestra gran fortuna, abundante oxitocina y serotonina también fluyen por cuerpo y cerebro de los dominicanos en Nueva York y Madrid, cuando recuerdan su tierra y sus seres queridos.
Esas sustancias también se producen junto al placer del deber cumplido cuando nuestros esforzados emigrantes puntual e inmancablemente envían “money orders” que revitalizan hogares y estabilizan, puntual y tesoneramente, nuestros presupuesto y la balanza de pagos nacionales.
Y aunque se devalúe el peso y se estrujen las efigies de Duarte y los patriotas en nuestras ajadas papeletas, siempre se animará en nuestros corazones, consciente o inconscientemente, la augustísima y santísima trinidad de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; fundamento del ser nacional, sentimiento y emoción que excita esas glándulas del orgullo y del amor por nuestra patria y por nuestros familiares y connacionales.
Recientemente, el Grupo Risek tuvo el acierto de acoger el plan de promoción de “Cultura Dominicana y Valores Patrios”, desarrollado por el doctor Iván Gatón, otro notable intelectual, especialista en geopolítica, muy convencido del valor de “lo nuestro” y que, a la vez que insufla oxitocina y dopamina entre los criollos, promueve el Kah Kaoh, un exquisito chocolate dominicano, nada menos que en Egipto, Dinamarca y países del norte de Europa, donde hasta ahora creían que el cacao era un producto suizo y no de Provincia Duarte.
Aun los menos advertidos pueden observar la fuerza y capacidad de lucha de naciones victimizadas, como Israel y otras pequeñas y esforzadas como la dominicana, donde serotonina, testosterona, amor patrio y orgullo nacional van de la mano para sostener el proyecto de nuestros patricios fundadores, a pesar de vicisitudes y amenazas, de potencias, poderosos y desalmados de todos los tiempos.