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- Por MARINO BAEZ
- Fecha: 19/11/2024
El flagelo de la corrupción administrativa se arrincona en todas las instituciones del estado dominicano con el consentimiento probatorio del presidente Luis Abinader, principal protector de un conglomerado que se podría denominar como “Los Popis del Poder”, quienes durante décadas se han convertido en los vasallos de la sociedad.
La problemática de la corrupción ha estado enraizada con profundidad desde los gobiernos de Rafael Leónidas Trujillo Molina (1930-1961), que conjuntamente con sus funcionarios la institucionalizó como medio de control político y económico, por lo que luego de sus devastadoras y sangrientas ejecutorias todos los gobiernos, excepto el mandato prematuro del profesor Juan Bosch, han seguido los pasos de la descentralización del país.
Después de la caída del dictador, los funcionarios, ministros, senadores, diputados, jueces, fiscales y seguidores de los partidos políticos con oportunidades de robar no han dado tregua, siguen por sus fueros como si las instituciones y el estado fueran la herencia que les dejaron sus familiares, claro, siempre con las lides del presidente que se endiosa en afirmar “que en su gobierno no hay corruptos”.
El trauma es persistente y tiene consecuencias devastadoras. Todo el que aspira a ser presidente de la república promueve sus aspiraciones y centraliza su discurso en enfrentar la corrupción, sin embargo, en las últimas décadas, casos como el de los fondos de pensiones, construcción de obras públicas y falta de transparencia en el gobierno se han convertido en umbrales de denuncias que han dejado al presidente de turno como el ave sin rumbo.
Una denuncia que mueve a preocupación y que el presidente no opina con relación al desvío que afecta directamente la economía del país, se relaciona con el desembolso mensual de 38.5 millones de pesos por concepto del alquiler operacional de siete instituciones que carecen de locales propios, equivalente a 462 millones al año, suma con la que el gobierno podría construir varios edificios para sus oficinas operativas, pero al parecer “la calentura no está en la sábana, sino el poder”.
Bancas
La honestidad y la complicidad no están relacionadas, son adversas. ¿De qué honestidad puede hablar un presidente que predica la moral porque no puede escribirla?
¿Acaso se te olvidó, Luis Abinader, que en el Congreso Nacional, hay senadores y diputados que operan más de 1600 bancas de lotería sin pagar un centavo de impuestos, los cuales cuentan con el apoyo de tu gobierno y del Partido Revolucionario Moderno (PRM)?
¿Por qué “señor presidente”, usted, que se tilda de moralista y persecutor de la corrupción no da las instrucciones para que la Ministra de Interior y Policía, Farides Raful, diga los nombres de los agentes de alto rango, vinculados a la venta de armas, municiones y pertrechos militares a Haití?
Los préstamos se han incrementado por apetencias del presidente, senadores y diputados sin resultados estables para la economía, contribuyendo al incremento de la corrupción, además de que la gestión del presidente está concentrada en el enriquecimiento ilícito de unos pocos, mientras que la mayoría de la población sufre pobreza y desigualdad sin soluciones ni propuestas que contribuyan a mejorar el país.
Este sistémico fenómeno de las instituciones afecta todos los aspectos de la sociedad, desde la economía hasta la política y la vida cotidiana de los ciudadanos, fluyendo en la mente de las autoridades gubernamentales para que incurran en más corrupción, menos liderazgo y más oportunismo en contra del estado.
Si en la mentalidad del gobierno, ministros y funcionarios existiera la ética, la moral y los principios de familia, la economía del país no fuera efímera. Es deber del gobierno y la justicia crear estrategias para que se enfrente la corrupción, se fortalezcan las instituciones, se implementen reformas para garantizar la transparencia y se promueva la participación ciudadana.
La falta de liderazgo efectivo y la cultura del oportunismo es lo que ha permitido que la corrupción se arraigue en la sociedad. Es hora de tomar medidas para combatir esta plaga y construir un futuro más justo y transparente para todos los dominicanos.
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