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Las autoridades sirias anunciaron el 10 de marzo el fin de la operación militar contra personas leales al depuesto presidente Bashar al Assad, marcada por la peor violencia desde la caída del dirigente, que también ha despertado temores entre cristianos y en el vecino Líbano.
Prácticamente todos los 1,068 civiles fallecidos, en gran parte de la minoría alauita (a la que pertenece Bashar al Assad) fueron víctimas de ejecuciones sumarias llevadas a cabo por las fuerzas de seguridad o grupos aliados, según un balance del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
También han fallecido al menos 481 miembros de las fuerzas de seguridad y combatientes pro-Assad en los combates, según un reporte previo del OSDH, con sede en Reino Unido.
"Anunciamos el fin de la operación militar"
La ola de violencia empezó en el oeste de Siria con un ataque de los partidarios de al Assad contra las fuerzas de seguridad en la ciudad de Jableh, en la gobernación de Latakia. La región es la cuna de la comunidad alauita.
"Anunciamos el fin de la operación militar [...] tras el éxito de nuestras fuerzas en alcanzar todos los objetivos fijados", afirmó el portavoz del Ministerio de Defensa, Hasan Abdel Ghani, citado por la agencia oficial de noticias SANA.
El presidente sirio interino, Ahmed al Sharaa, subrayó que no permitirá a los seguidores del derrocado presidente, respaldados según él por "partes externas", que "arrastren el país" a una nueva "guerra civil".
El nuevo dirigente interino ordenó el domingo que una "comisión independiente" investigara las matanzas de civiles, que causaron indignación en la comunidad internacional.
"Lo que está pasando en el país (...) son desafíos que eran previsibles. Tenemos que preservar la unidad nacional, la paz civil, tanto como sea posible y, si Dios lo quiere, seremos capaces de vivir juntos en este país", subrayó en una mezquita de Damasco, la capital.
Inquietud entre los cristianos
Las violaciones de derechos humanos cometidas contra los alauitas han suscitado temores entre las minorías sirias. En Damasco, la comunidad cristiana está preocupada y teme que la situación se deteriore.
Las preocupaciones de las minorías, según Yahya Shaqrac, un cristiano de unos 30 años, vienen del hecho de que el nuevo gobierno parece inclinarse hacia un endurecimiento religioso, pero también de su pasado, ya que algunos de sus miembros han luchado en grupos terroristas.
"¿Por qué todos estos asesinatos y esta lucha? En realidad, no entendimos la razón de lo que sucedió. Los combatientes del Gobierno deben ser racionales y preservar la vida de las minorías, así como la vida de sus hijos y sus propiedades, porque el sectarismo no beneficiará a nadie", dijo.
La protección de las minorías y su inclusión en el Gobierno es, según el politólogo Samir Taqi, esencial para que el nuevo sistema sirio obtenga reconocimiento internacional, ya que los países occidentales, especialmente Estados Unidos, exigen que el régimen adquiera primero legitimidad interna antes de obtener legitimidad externa.
"El mensaje de Occidente fue claro y está relacionado con la cuestión interna de Siria. Se ha hecho hincapié en la legitimidad interna más que en la legitimidad externa. La legitimidad interna significa claramente que la nueva administración debe incluir a todos los componentes del pueblo sirio y gestionarlos adecuadamente", dice Samir Taqi.
Líbano en alerta
Hasta 10,000 personas expulsadas por la violencia en el litoral sirio habrían llegado ya, según algunos reportes, al norte de Líbano en busca de seguridad. La mayoría de ellas son sirios alauitas. Muchos llegan a Líbano mediante pasos ilegales.
Otros, cruzando a pie el río que hace de frontera. Esta llegada repentina y masiva pone en alerta a los líderes libaneses locales.
Muchos temen un repunte de la violencia sectaria entre sunitas y alauitas en el interior de Líbano. Estos choques se han repetido en el norte del territorio libanés durante 15 años, precisamente como espejo y bajo la influencia de la guerra civil siria al otro lado de la frontera.
Además, el norte de Líbano está lleno de armas. Con la caída de al Assad, el mercado negro armamentístico a través de la frontera vivió un repunte. La prensa local reporta que en Líbano se han llegado a encontrar fusiles de asalto de tipo AK-47 por un total de 25 dólares.
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