Cita con la felicidad

En esa grandiosa cita, la invité a soñar juntas, andar tomadas de la mano.

El concepto felicidad ha sido definido y analizado cientos de veces por sicólogos, sociólogos y todo tipo de personas que se sienten preocupadas por conocer a profundidad, experimentar, este estado o vivir en este estado, como muchos lo han denominado:  “Un estado X”.  

La mayoría de los seres humanos  vivimos preocupados por encontrar un trozo, una porción, para poder saborear en nuestro paladar un poquito del tan codiciado manjar llamado: felicidad.  

A veces, en la soledad de mi espíritu me he puesto a meditar sobre todas y cada una de las definiciones que ha recibido esta señora llamada felicidad.  He concluido  que cada quien la percibe de una manera diferente  porque simplemente somos, seres únicos, distintos y por lo tanto lo que a ti te hace feliz, a mi no me da ni cosquillita.  

Producto de esta situación de relatividad, de que nada es igual, ni hay una receta, la cual debes seguir al pie de la letra para que te quede bien el guiso, decidí hacer una cita con la señora felicidad, y vaya sorpresa.    No tuve que esperar largas horas por un turno, ni tampoco su secretaria me puso a esperar en el teléfono para confirmar si me podía recibir o no, o qué otro día estaba disponible en su agitada agenda.  No tuve que sentarme a analizar con ella ningún tipo de teorías o de patrones a seguir, y lo mejor de todo no tuve que pagarle por sus servicios profesionales.  

¿Saben lo que en realidad hice? La invité a pasar y alojarse en mi hogar interior. La invité a que se refugiara en mi pensamiento, en mi cuerpo, en mi espíritu y por ende en mi corazón.  La invité a que viviera conmigo y me ayudara a saber con qué parte de ella me sentía más cómoda y mejor. La invité a que me enseñara aceptarla como era,  sin preguntas.  La invité a que me enseñara a vivir sin presionarla por temor a que un día se fuera y me dejara sola.  

En esa grandiosa cita, la invité a soñar juntas, andar tomadas de la mano. La convoqué a que me enseñara a crear mis propios esquemas, los cuales, claro está, pudiera compartir con ella.  

Les diré que no tuve que pagar ningún cheque al portador, ni dar nada en efectivo porque mi amiga, la felicidad, me dijo que ella era un derecho innato de mi ser, que solo era mi elección el precio que debía pagar para tenerla.  

Desde ese instante ella siempre anda conmigo, nos hemos hecho grandes amigas. De vez en vez brindamos juntas con nuestra bebida favorita, porque aprendí que para tenerla sólo debo ir a la tienda de la vida y elegir vivir con ella.  

¿Y tú, qué esperas? Anda, apresúrate. Haz tu cita, porque la felicidad, te espera. 

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(** Note: This article was migrated from a legacy system on 7/15/2023)

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