La artista magistral dominaba todos los géneros y las técnicas: se “apoderaba” de la figura humana a la que interpretó en el retrato
Fueron los primeros graduados de la Escuela Nacional de Bellas Artes, fundada en 1942. Tenían el entusiasmo de pertenecer a una formación académica, nueva por la creación reciente de la carrera, antigua por la aplicación de preceptos arraigados en el clasicismo. Alumnos de un maestro excepcional, José Gausachs, ellos querían modernizar en el arte, la interpretación de la vida y del entorno dominicanos, pero buscando una identidad propia.
Lo hicieron con distintos estilos: entre ellos se distinguieron maestros del arte dominicano y una maestra absoluta, Marianela Jiménez, en obra y en enseñanza.
La artista se ha caracterizado siempre por su educación y su generosidad afectiva, su temperamento afable y la atención que manifiesta hacia la labor de sus colegas, maduros o jóvenes, consagrados o principiantes, incluyendo a los críticos, que saludaban unánimemente su talento. Aparte de que era su personalidad, su condición de maestra, habiendo enseñado a generaciones de pintores, explica ese interés altruista sincero, muy poco común.
Una larga enfermedad concluyó 88 años de una vida plena. Era tiempo de que se le hiciese otra exposición retrospectiva. Sus pinturas, acuarelas, dibujos y grabados reposan en numerosas colecciones, públicas y privadas, nacionales e internacionales. Sin embargo, la artista, excepcionalmente cuidadosa, supo conservar una buena cantidad de obras, testimonios y documentos: gracias a ese fondo, la exposición homenaje, a inaugurarse el 15 de este mes en Bellas Artes, se realizará con cuadros de propiedad familiar.
La obra. De la pintora dominicana se podría decir como lo expresó Paul Cézanne: “El dibujo y el color no son distintos: a medida de que uno va pintando, uno dibuja; más el color se armoniza, más se precisa el dibujo. Cuando el color ha llegado a la riqueza, la forma se encuentra en su plenitud”. Este mensaje, lo transmite Marianela Jiménez en todo su itinerario profesional, que incluye la extensa estadía uruguaya: ella es una excelente dibujante y colorista; ciertamente, en su pintura, no podemos disociar la forma y el color… salvo en sus bocetos.
Marianela Jiménez se distinguía aliando un dibujo muy seguro a un colorido vivaz, fiel al óleo, pero que, tardíamente incluyó el pigmento acrílico, y el trazo poderoso abría camino a la pincelada enérgica. La artista magistral dominaba todos los géneros y las técnicas: se “apoderaba” de la figura humana a la que interpretó en el retrato y, entre otros temas, en el carnaval dominicano y sus personajes típicos, hasta reinventados.
Líneas y colores, repartidos por la superficie, diseñan ritmos y una composición espacial, siempre presente, hasta en la orilla del rostro o el cuerpo del personaje. Hemos de mencionar que probablemente ningún pintor retrató a sus colegas artistas –incluyendo a efigies póstumas- como ella, con precisión y sentimiento. A veces, como si fuera un juego, acompañaba a sus ilustres modelos… con obras de ellos. Y no faltaba el autorretrato, magistral indudablemente: hay uno especialmente que, en opinión nuestra, se sitúa en la cumbre del (auto) retrato dominicano y latinoamericano.
Encontramos en los efusivos paisajes de mar y tierra, de campo y de ciudad, un igual dominio sobresaliente. El estilo a menudo es una simbiosis realista y expresionista, pero el expresionismo fue la corriente que más adoptó: realmente la representa estilísticamente, aunque casi nunca fueron motivos dramáticos. Marianela sabía expresar su emoción en la alegría…
Valoramos no solo un estilo, sino un contenido, de acuerdo con las intenciones -legibles- de la autora, que también podía transmitir fervorosamente: “…He querido plasmar mi inquietud estética en la belleza de nuestros monumentos nacionales de la Ciudad Colonial, en su mayoría iglesias majestuosas que evocan la fe que nos llegó con las caravelas del descubrimiento”.
Ciertamente, pocos artistas nuestros –femeninos o masculinos- han conjugado con tanto acierto e intensidad, una transferencia al lienzo y al papel, objetiva y subjetiva. Por esta razón, la exposición va a destacar la pasión y la maestría.
(** Note: This article was migrated from a legacy system on 7/15/2023)