El legado mundial y democrático de José Francisco Peña Gómez, orgullo dominicano

José Francisco Peña Gómez

Un legado que trasciende las fronteras nacionales

En las calles de Nueva York, en el corazón de la comunidad dominicana, se rindió recientemente un merecido homenaje a una de las figuras más emblemáticas de la historia democrática dominicana. El doctor José Francisco Peña Gómez, cuya vida personificó los valores de justicia, dignidad y compromiso con los derechos humanos, fue recordado durante un acto celebrado en el Borough of Manhattan Community College como parte de las actividades conmemorativas del Mes de la Herencia Hispana. En esta ocasión solemne, el cónsul general de la República Dominicana en Nueva York, Jesús Chu Vásquez Martínez, pronunció palabras que resonaron profundamente en los corazones de dominicanos y amigos de la democracia: el doctor Peña Gómez es "el líder dominicano de mayor trascendencia mundial".

Una afirmación que, lejos de ser hiperbólica, encuentra su fundamento en una trayectoria política, social e internacional sin precedentes en nuestro país. Peña Gómez no alcanzó la Presidencia de la República, pero su legado permanece como un sentimiento nacional profundamente enraizado en el pueblo dominicano y representa una de las mayores causas sociales de nuestra nación.

De la humildad al reconocimiento internacional

Nace en 1937 en la provincia de Valverde un niño que trabajaría como limpiabotas y camarero, pero cuyo espíritu inquebrantable lo llevaría a conquistar un doctorado en la Universidad de Santo Domingo y completar sus estudios superiores en la Sorbona de París. Esta trayectoria de ascenso educativo y personal no fue resultado de la casualidad, sino de un esfuerzo titánico, una educación rigurosa y un compromiso inquebrantable con los ideales de justicia social. Desde sus orígenes humildes, Peña Gómez demostró que las circunstancias de nacimiento no determinan el destino de un hombre de principios y visión.

La figura del doctor Peña Gómez trasciende las fronteras políticas y nacionales, porque encarnaba los valores fundamentales que toda democracia verdadera requiere: la justicia social, la igualdad y el respeto irrestricto por los derechos humanos. Como magistralmente expresara el cónsul Vásquez, "hablar de Peña Gómez es hablar de un hombre excepcional, que desde sus orígenes humildes se elevó con esfuerzo, educación y compromiso hasta convertirse en una de las voces más firmes en defensa de los derechos humanos y los valores democráticos en América Latina".

Protagonista de nuestros grandes momentos democráticos

La historia democrática dominicana no puede ser contada sin reconocer el papel central que jugó José Francisco Peña Gómez en los momentos más críticos y definitorios de nuestra nación. En 1963, fue defensor apasionado del gobierno constitucional, cuando las fuerzas reaccionarias intentaban revertir los avances logrados hacia la institucionalidad. Pero su momento de mayor gloria popular llegó en abril de 1965, cuando como locutor y presentador de uno de los programas de radio más populares de la época, lanzó un llamado apasionado a la sociedad dominicana para exigir la vuelta a la constitucionalidad. En cuestión de horas, las calles de la capital se llenaron de ciudadanos respondiendo a su voz, un testimonio viviente del poder del liderazgo auténtico y la conexión profunda con el pueblo.

Su rol determinante en la restauración de la democracia en 1978 consolidó su posición como el guardián de nuestros valores democráticos. Como líder del Partido Revolucionario Dominicano, fue figura clave en las victorias presidenciales de Antonio Guzmán en 1978 y Salvador Jorge Blanco en 1982. Su posterior elección como síndico del Distrito Nacional lo confirmó como el líder popular más carismático de su época, un político cercano al pueblo, accesible y comprometido con las necesidades cotidianas de nuestras comunidades.

Un internacionalista visionario

Pero la grandeza de Peña Gómez no se limitó a nuestras fronteras. Su conexión con Francia, donde cursó estudios superiores, lo familiarizó profundamente con las corrientes del pensamiento democrático europeo. Fue un hombre genuinamente abierto al mundo, convencido de que los movimientos democráticos debían conectarse globalmente en la búsqueda de un socialismo auténticamente libre y humanista.

En 1975, Peña Gómez afilió al Partido Revolucionario Dominicano a la Internacional Socialista, ampliando de manera extraordinaria nuestras relaciones internacionales y elevando la presencia de la República Dominicana en los debates democráticos globales. Fue vicepresidente mundial de la Internacional Socialista y presidió el Comité de América Latina y el Caribe de esta organización, posiciones desde las cuales trabajó incansablemente por la unidad de los movimientos progresistas, la integración económica regional, la consolidación de la democracia política y la lucha contra las desigualdades que azotan nuestro continente.

Sus vínculos personales con las grandes figuras de la democracia europea y latinoamericana fueron excepcionales. Peña Gómez mantuvo relaciones de amistad y colaboración política con estadistas de la envergadura de Willy Brandt, François Mitterrand, Mario Soares, Olof Palme, Felipe González, Raúl Alfonsín, Carlos Andrés Pérez y Rodrigo Borja. Ningún otro dominicano había alcanzado jamás el nivel de "reconocimiento internacional" que cosechó Peña Gómez en los círculos del liderazgo político mundial.

Su prestigio era tal que incluso el primer ministro de Israel, Shimon Peres, llegó a reconocerlo como el orador más grande que había escuchado en su vida. Esta aclamación del líder israelí subraya la universal aceptación de Peña Gómez, su capacidad para comunicar valores que trascienden las divisiones políticas, territoriales e ideológicas.

La lección de sabiduría en tiempos de crisis

La verdadera grandeza moral de Peña Gómez se reveló, sin embargo, en circunstancias de enorme presión política. Después de las elecciones de 1994, cuando muchos esperaban que llamara a sus seguidores a la confrontación, cuando la tentación de la violencia política acechaba a nuestra democracia, Peña Gómez actuó de manera diferente. No convocó a la rebelión ni a la venganza; en cambio, optó por elevar sus manos en oración, buscando la paz y la estabilidad del país. Su acción fue profundamente simbólica: demostró que el poder verdadero no radica en la capacidad de destruir, sino en la capacidad de perdonar y reconstruir.

Como fundador y promotor del Pacto por la Democracia junto a otros líderes políticos de la época, Peña Gómez alcanzó logros duraderos. Este acuerdo estableció la no reelección inmediata, la reducción del mandato presidencial, la celebración de nuevas elecciones en mayo de 1996, la creación del Consejo Nacional de la Magistratura y la implementación de la doble vuelta electoral. Estas conquistas han dejado una huella permanente en nuestro sistema institucional.

Como síndico de Santo Domingo, Peña Gómez dejó un legado que aún hoy es celebrado por quienes recorren las calles de la ciudad capital. Su gestión pública estuvo caracterizada por la transparencia, la rendición de cuentas y un diálogo genuino con la ciudadanía. Implementó políticas innovadoras para su época, ideas que parecían extrañas a las élites locales, pero que fueron calurosamente acogidas por el pueblo común gracias a su honestidad y eficiencia administrativa.

Un patrimonio que perdura

Su contribución a nuestro ordenamiento constitucional fue también fundamental. Peña Gómez impulsó activamente la inclusión de la doble nacionalidad en la Constitución de la República Dominicana, logrando que los dominicanos pudieran gozar de dos nacionalidades sin perder su condición de ciudadanos dominicanos. Esta reforma, profundamente humanista, reconoce la realidad de millones de dominicanos dispersos en el mundo y sus vínculos permanentes con la patria.

El tránsito de José Francisco Peña Gómez por esta tierra dejó marcas indelebles. Cuando falleció el 10 de mayo de 1998 a causa del cáncer pancreático, su partida conmovió a la nación. Durante tres días, miles de dominicanos desfilaron ante su féretro en el Estadio Olímpico del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, en una manifestación de duelo sin precedentes. Una marea humana acompañó su sepelio, demostrando que el pueblo nunca olvidaría a quien dedicó su vida a defender sus derechos y dignidad.

En reconocimiento a su obra y legado, el Aeropuerto Internacional Las Américas fue renombrado como Aeropuerto Internacional Las Américas Doctor José Francisco Peña Gómez, inscribiendo su nombre en la geografía del país y en los itinerarios de viajeros de todo el mundo.

El cónsul Vásquez, dirigiéndose a la comunidad dominicana en Nueva York durante el homenaje en el Borough of Manhattan Community College, pronunció palabras que sintetizan perfectamente el espíritu inmortal de Peña Gómez: "Su vida fue una lección de servicio, humildad y fe. Peña Gómez nos enseñó que el poder solo tiene sentido cuando se pone al servicio del pueblo". Y más aún: "Querido Peña, hoy elevamos tu nombre como se eleva la bandera al viento: con orgullo, con amor y con fe en un futuro más justo. Porque mientras exista un dominicano que crea en la democracia, José Francisco Peña Gómez no habrá muerto jamás".

El legado de Peña Gómez permanece vivo en cada acción que realizamos en defensa de la democracia, en cada voz que se alza en contra de la injusticia, en cada corazón dominicano que ama a su país y lucha por un futuro más equitativo. Su pensamiento continúa iluminando el

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