El momento más difícil en la vida de cualquier persona llegó para David Ortiz, el inmortal de Cooperstown que ha llevado el nombre de República Dominicana a lo más alto del béisbol mundial. El viernes pasado, Big Papi se despidió de su padre Américo Ortiz, conocido cariñosamente como Leo, en una ceremonia que reflejó los valores más profundos de la familia dominicana y el impacto que un padre puede tener en el destino de sus hijos.
Un Padre que Era un Salón de la Fama
En palabras que conmovieron a todos los presentes, David Ortiz ofreció el tributo más hermoso que un hijo puede dar a su padre. Con la voz entrecortada por la emoción, el cuarto dominicano en ingresar al Salón de la Fama de Cooperstown expresó una verdad que define la grandeza de los padres dominicanos: "Él alardeaba con orgullo que tenía un hijo en el Salón de la Fama, pero él no sabía que quien tenía un papá en Cooperstown era yo" (David Ortiz: Yo tenía un papá en Cooperstown).
Esta declaración resume la esencia de lo que representa la paternidad en nuestra cultura. Don Américo no solo fue el padre de una leyenda del béisbol, sino que él mismo se convirtió en una leyenda para su familia y para todos los que tuvieron el privilegio de conocerlo.
El Legado de un Hombre de Béisbol
Américo Ortiz no era un desconocido en el mundo del béisbol. Como jugador amateur, había desarrollado una comprensión profunda del deporte que se convertiría en la pasión de su hijo. Esta experiencia le permitió ofrecer consejos valiosos no solo a David, sino a cualquier joven que buscara orientación en el camino del béisbol.
La sabiduría deportiva de don Américo se extendía más allá de las técnicas del juego. Entendía que el béisbol era una metáfora de la vida misma, donde la disciplina, la perseverancia y el carácter son tan importantes como el talento natural. Estas lecciones fueron fundamentales en la formación del hombre que se convertiría en una de las figuras más respetadas del béisbol mundial.
Un Protector Incansable
A pesar de la imponente figura física de David Ortiz, siempre contó con la protección inquebrantable de su padre. En los momentos más emotivos del funeral, David recordó con lágrimas en los ojos: "Me cuidó, me protegió contra todo lo que podía interferir en mi camino. Y miren que eso no fue fácil, pero él lo logró".
Esta protección no se limitaba a los aspectos físicos, sino que abarcaba la formación del carácter y los valores que harían de David no solo un gran pelotero, sino un gran ser humano. Don Américo entendía que su misión como padre dominicano era preparar a su hijo para enfrentar los desafíos de la vida con dignidad y fortaleza.
La Equidad Familiar como Valor Dominicano
Una de las características más admirables de Américo Ortiz fue su capacidad de amar y apoyar a todos sus hijos por igual. David destacó esta virtud paterna al afirmar: "Lo que hizo conmigo lo hizo con todos mis hermanos, todos sus hijos son profesionales, demostró su cariño y lealtad siempre".
Este testimonio refleja uno de los valores más hermosos de la familia dominicana: la equidad en el amor paterno. Don Américo no hizo distinción entre el hijo que alcanzó la fama mundial y los otros que siguieron caminos diferentes pero igualmente valiosos. Todos recibieron el mismo amor, la misma dedicación y las mismas oportunidades de crecer como personas íntegras.
El Reconocimiento de la Comunidad Beisbolística
La ceremonia de despedida contó con la presencia de figuras destacadas del béisbol dominicano, lo que demuestra el respeto y cariño que la comunidad deportiva tenía hacia don Américo. Pedro Martínez, otro inmortal dominicano de Cooperstown, ofreció palabras que reflejaron la dimensión del impacto de este hombre extraordinario.
"Lamento esta gran pérdida, pero le damos las gracias a Dios por la oportunidad de que Leo fuera un segundo padre", expresó Pedro Martínez, quien también había recibido consejos y orientación de don Américo a lo largo de los años. Esta declaración revela cómo la figura paterna de Américo Ortiz trascendió su propia familia para convertirse en un mentor para otros jóvenes talentos dominicanos.
Edwin Encarnación, otro destacado pelotero dominicano, resaltó una de las cualidades más hermosas de don Américo: su capacidad de mantener una actitud positiva incluso en los momentos más difíciles. "Américo fue una persona alegre, todo el tiempo con una sonrisa, y eso es lo que me llevo. Sin importar la situación de salud que estaba pasando, nunca se notaba desanimado", recordó Encarnación.
Un Motivador Nato
La influencia de don Américo en la carrera de David fue constante e inspiradora. Como el mayor motivador en la vida deportiva de su hijo, Américo Ortiz entendía que su papel no terminaba con proveer apoyo económico o logístico, sino que incluía ser la voz de aliento en los momentos de duda y la fuente de sabiduría en las decisiones importantes (Big Papi en Cooperstown).
David siempre reconoció públicamente la importancia de su padre en su vida y carrera. Esta actitud de gratitud y reconocimiento refleja los valores familiares dominicanos, donde el respeto y amor hacia los padres son pilares fundamentales de nuestra cultura.
El Apoyo Empresarial
La influencia de don Américo se extendió también a los proyectos empresariales de David. Como colaborador en todo el sentido de la palabra, Américo apoyó las iniciativas de su hijo fuera del terreno de juego. Un ejemplo tangible de este reconocimiento es la línea de puros "Américo Cigars", que David nombró en honor a su padre, perpetuando así su memoria en el mundo empresarial.
Una Despedida Digna
Las ceremonias de funeral y sepelio se realizaron en el Cementerio Jardín Memorial, ubicado en la avenida Jacobo Majluta, rodeados de familiares, amigos y personalidades que quisieron rendir homenaje a este hombre excepcional. La presencia de representantes de la Fundación y el Club Mauricio Báez de Villa Juana, con quienes David mantiene estrechas relaciones, demostró el alcance del impacto de don Américo en la comunidad dominicana.
Leo Corporán, asesor de estas organizaciones, representó a las entidades durante el funeral, evidenciando el respeto y admiración que la comunidad deportiva nacional sentía por la familia Ortiz.
La partida de Américo Ortiz marca el fin de una era, pero su legado perdurará en cada uno de los logros de David y en los valores que inculcó no solo en su familia, sino en toda la comunidad que tuvo la fortuna de conocerlo. Su vida es un testimonio del poder transformador que tiene un padre comprometido con el crecimiento y desarrollo de sus hijos.
En la figura de don Américo Ortiz, República Dominicana encuentra un ejemplo de paternidad responsable, de amor incondicional y de dedicación sin límites. Su legado trasciende el béisbol para convertirse en una lección de vida que inspira a todas las familias dominicanas a valorar y cultivar los lazos familiares que son la base de nuestra sociedad.
La historia de Américo Ortiz nos recuerda que detrás de cada gran figura hay padres y madres que, con su amor, sabiduría y sacrificio, forjan el carácter de quienes llevarán el nombre de nuestra patria a lo más alto del mundo. En su memoria, celebramos no solo la vida de un hombre extraordinario, sino el poder transformador de la paternidad dominicana.
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