Una lección histórica de vigilancia estatal
Las escuchas telefónicas ilegales a periodistas, ejecutadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos durante la encubierta Operación Mockingbird, representan uno de los capítulos más oscuros en la historia de la relación entre el gobierno y la prensa. Esta operación, iniciada bajo la administración del presidente John F. Kennedy, fue diseñada para esconder información desfavorable y vulneró un derecho inalienable: la libertad de prensa. Los ecos de esta violación persisten hasta hoy como referente máximo del silenciamiento sistemático de la labor informativa, dejando repercusiones que han trascendido generaciones de periodistas. Un documento desclasificado en 2007 que contiene cientos de páginas de la CIA, así como investigaciones de la Comisión Rockefeller y el Centro Miller de Asuntos Públicos, especifican la participación de figuras clave del gobierno estadounidense: John McCone, director de la CIA; Robert F. Kennedy, Fiscal General; Robert McNamara, secretario de Defensa; y Joseph Carroll, director de la Agencia de Inteligencia de Defensa. Estos hombres orquestaron una de las operaciones de inteligencia más complejas jamás ejecutadas contra los propios ciudadanos de una democracia occidental operación sinsonte.
Anatomía de una operación de control mediático
El término Mockingbird, que en español significa sinsonte o ruiseñor (literalmente, pájaro imitador), fue popularizado por Deborah Davis en su obra "Catalina la Grande: Katharine Graham y su Imperio del Washington Post". La operación consistía en interceptaciones telefónicas sin orden judicial contra periodistas de reputación internacional. El primer objetivo fue Hanson Baldwin, reportero de seguridad nacional del New York Times ganador del Premio Pulitzer por su cobertura de la Segunda Guerra Mundial, cuyas conversaciones telefónicas fueron grabadas desde el Despacho Oval luego de que publicara un reportaje en primera plana revelando información clasificada sobre el arsenal nuclear estadounidense. La operación se expandió rápidamente. La CIA interceptó los teléfonos residenciales de los columnistas Robert S. Allen y Paul Scott, cuyo boletín "The Allen-Scott Report" llegaba a cientos de periódicos estadounidenses. Posteriormente, la periodista de Newsweek Lloyd Nornam fue víctima de vigilancia similar. El secretario de Estado Dean Rusk presionó a CBS News para evitar la difusión de reportajes del periodista Daniel Schorr sobre ciudadanos de Alemania Oriental que escapaban a través de túneles bajo el Muro de Berlín la CIA, Mockingbird y los periodistas.
La corrupción institucionalizada de la prensa
Los métodos empleados por el gobierno estadounidense fueron sistemáticos y contrarios a toda ética democrática. La interceptación telefónica ilegal se acompañó de extracción clandestina de información basada en conversaciones confidenciales entre periodistas y funcionarios públicos, así como del fomento deliberado de corrupción mediante soborno. Para influir en la opinión pública mundial durante la Guerra Fría, la CIA reclutó a centenares de periodistas como agentes remunerados de la agencia. El reconocido periodista Carl Bernstein, quien reveló el caso, desenmascaró cómo la CIA ordenó a estos reporteros fabricar "noticias falsas" y proporcionar inteligencia pagada. La agencia admitió posteriormente que el proyecto involucró a muchos periodistas y a importantes organizaciones mediáticas de todo el mundo, incluyendo periódicos y cadenas internacionales. El proyecto Mockingbird abrió las puertas para futuras operaciones de espionaje gubernamental. El presidente Richard Nixon creó la unidad de "fontaneros", integrada por veteranos de la CIA, para detener filtraciones de información. Tanto Lyndon Johnson como George H. W. Bush continuaron con operaciones similares, perpetuando una cultura de vigilancia y control sobre la prensa los periodistas, la CIA y Mockingbird.
El compromiso ético de los periodistas
Mientras el gobierno estadounidense se valía de métodos turbios, los periodistas que aceptaron participar en Mockingbird comprometieron irreversiblemente su responsabilidad ética. Al aceptar el silencio, la autocensura y la delación, estos profesionales caminaron por el sendero de sanciones, arrestos y, en algunos casos, muertes violentas. Esta complicidad dejó una deshonra perenne: con la desclasificación de documentos, sus nombres quedaron registrados inexorablemente como cómplices de una negación de derechos perpetrada por poderes del Estado. El periodismo es una profesión de complejidad delicada, conflictiva y riesgosa. Exige compromiso profundo con la sociedad y responsabilidad ante la verdad. Su ejercicio ético implica respetar la veracidad de la información, impulsar la transparencia informativa, garantizar el derecho de informar y ser informado, y rechazar categóricamente el plagio, la calumnia, la difamación y la maledicencia. Los códigos nacionales e internacionales establecen directrices claras que deben guiar la conducta de todo periodista comprometido con su profesión.
Principios fundamentales de la deontología periodística
El Círculo de Periodistas de Bogotá establece que el periodista debe adoptar una actitud analítica frente a las fuentes, confrontarlas y comprobar sus afirmaciones. La Sociedad Estadounidense de Redactores Periodísticos declara que los periodistas no deben aceptar bienes de valor, obsequios, viajes, agasajos, productos o alojamientos gratuitos o subsidiados. Todos los gastos relacionados con la tarea periodística deben ser solventados por el medio de comunicación. La Asociación Interamericana de Prensa enfatiza que el periodista no debe omitir información alguna que el público tiene derecho a conocer. La Federación Nacional de Sindicatos y Asociaciones Profesionales de Periodistas Franceses subraya que el periodista no admite presión alguna, dádiva, prima o favor que pueda comprometer su libertad de acción. El Código Europeo de Deontología del Periodismo advierte sobre la necesidad de evitar connivencias con poderes públicos o sectores económicos que repercutan en la independencia periodística. La Federación Internacional de Periodistas afirma que el acceso libre a la información y la opinión es derecho de todo ciudadano, y que la vocación de la prensa es suministrar un amplio y objetivo servicio informativo con libertad de acceso a todas las fuentes. De particular relevancia para la República Dominicana, el Código de Ética del Periodista Dominicano establece como acto contra la profesión la actuación confidencial para servicios secretos y organismos de inteligencia. Este principio refleja la resolución de nuestra nación de proteger la independencia de la prensa contra las mismas tácticas que fueron utilizadas en la Operación Mockingbird.
La ética como ancla protectora
Indefectiblemente, la ética actúa como el ancla protectora de los periodistas. Normatiza la narrativa informativa para garantizar el libre flujo de la información y para que el periodismo sea un verdadero contrapoder al servicio de la ciudadanía. Sin esta brújula ética, la profesión se convierte en un amasijo de contenidos instrumentalizados, carente de integridad y servidumbre a intereses foráneos o dictatoriales. Para la República Dominicana, las lecciones de la Operación Mockingbird resultan particularmente instructivas. Una nación que ha luchado por su independencia y soberanía debe reconocer que la libertad de prensa no es un lujo, sino un pilar fundamental de la democracia. Los periodistas dominicanos, herederos de una tradición de lucha por la verdad, tienen la responsabilidad inalienable de mantener su independencia frente a cualquier poder que intente cooptarlos o silenciarlos. La profesión periodística en República Dominicana debe aprender de los errores cometidos en otras naciones. Nuestros comunicadores deben estar vigilantes contra cualquier intento de infiltración, presión o corrupción que provenga de poderes gubernamentales, corporativos o internacionales. La ética no es negociable; es el fundamento sobre el cual se construye una prensa verdaderamente libre, comprometida con la verdad y con el derecho de los dominicanos a estar informados. En tiempos de desinformación global y manipulación mediática, el periodismo dominicano debe fortalecerse en sus valores fundamentales. Cada acto de valentía periodística, cada reportaje que busca la verdad sin importar las presiones, cada periodista que rechaza las dádivas y mantiene su independencia, contribuye a la construcción de una sociedad más democrática y justa. La historia de la Operación Mockingbird nos recuerda que la vigilancia sobre la prensa nunca desaparece completamente; solo cambia de forma. Por ello, la profesión periodística debe permanecer eternamente atenta, armada con ética inquebrantable, para garantizar que la voz de la verdad nunca sea silenciada en tierra dominicana.
Referencias usadas en Artículo
- Operación Sinsonte
- La CIA, Mockingbird y los periodistas
- Los periodistas, la CIA y Mockingbird (y II)
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