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Legado de Monseñor Rafael Felipe: Un ejemplo de servicio y entrega para la República Dominicana

Descubre el inspirador legado de Monseñor Rafael Felipe, un símbolo de servicio y entrega en la República Dominicana, cuyo ejemplo de vida sigue marcando generaciones.

La oración de abandono de San Carlos de Foucauld que Monseñor Rafael Felipe hizo suya define perfectamente el legado de este servidor de la Iglesia dominicana: "Padre mío, me abandono a ti. Haz de mí lo que quieras. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo con tal de que tu voluntad se haga en mí". Con esta disposición de espíritu, Monseñor Fello, como lo conocía el pueblo, escribió sus huellas de servicio y entrega en el camino de todos aquellos que tuvieron la oportunidad de caminar a su lado.

Rafael Leónidas Felipe Núñez nació el 12 de septiembre de 1938 en El Coco, Villa Tapia, provincia Hermanas Mirabal. Su vocación religiosa se forjó en el Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino, donde realizó sus estudios filosóficos y teológicos. El 25 de marzo de 1965 fue ordenado presbítero en la Catedral Primada de América, en Santo Domingo, iniciando así una carrera pastoral que se extendería por más de cinco décadas, marcando profundamente la vida espiritual y social de múltiples comunidades dominicanas.

Una Vida de Misión Incansable

Durante los primeros treinta y cinco años de su ministerio, Monseñor Rafael Felipe desarrolló una obra pastoral extraordinaria en diversas regiones del país. Su primer encargo lo llevó a la Parroquia San Isidro de Luperón, donde comenzó a demostrar su genuina vocación de servicio. Posteriormente, fue nombrado formador del Seminario Menor San Pío X, labor que lo llevó a convertirse en rector de esa institución entre 1972 y 1978. Su trayectoria continuó enriqueciéndose con responsabilidades en la Catedral Santa Cruz de Mao, en Puerto Plata como párroco de la Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, y en San Rafael de Tamboril.

A través de su designación como Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias entre 1990 y 2000, Monseñor Felipe expandió su influencia evangelizadora a nivel nacional, consolidando una trayectoria de dedicación incondicional a la Iglesia. En 1997 fue nombrado Vicario General de Pastoral de la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros, posición desde la cual continuó nutriendo el desarrollo espiritual de la nación.

El Obispo que Transformó el Suroeste

El 7 de diciembre de 1999, el Papa Juan Pablo II lo designó como segundo obispo de la Diócesis de Barahona, sucediendo a Monseñor Fabio Mamerto Rivas Santos. El 22 de enero de 2000, Monseñor Rafael Felipe recibió su consagración episcopal en Barahona y tomó posesión de su diócesis. Así comenzó la etapa más trascendental de su ministerio episcopal, que abarcó quince años transformadores para la Región Enriquillo.

Cuando llegó a Barahona en el año 2000, Monseñor Rafael Felipe no se limitó a continuar la labor de sus antecesores: la transformó y la expandió. Su pastoral no fue de oficina, sino de caminos, de visitas personales, de acompañamiento genuino. Hablaba con los ancianos, se sentaba con los jóvenes, escuchaba a las madres y caminaba junto a los campesinos. Como él mismo manifestaba, la evangelización debía tocar la vida real de la gente, no quedarse en teorías alejadas de la realidad cotidiana de sus feligreses.

Sus huellas de trabajo quedaron marcadas en Santiago, Licey, Puerto Plata, Mao, Salcedo, Tamboril y especialmente en la Diócesis de Barahona y los pueblos que conforman la Región Enriquillo: Barahona, Pedernales, Bahoruco e Independencia. En el imaginario colectivo de estas comunidades, Monseñor Rafael Felipe dejó de ser solamente un obispo para convertirse en una presencia afectiva, casi familiar para los pobladores de esa agreste región.

Con una profunda preocupación social siempre fundamentada en la óptica del Evangelio, Monseñor Felipe encabezó junto al fallecido Freddy Eligio Pérez Espinosa la Comisión Permanente de Desarrollo de la Región Enriquillo durante años. Desde esta plataforma impulsó encuentros, estudios, foros y llamados permanentes al Gobierno para lograr proyectos determinantes para el futuro del campo y de la producción agrícola de la región.

El Formador de Sacerdotes que Marcó Generaciones

Si existe un legado que define profundamente a Monseñor Rafael Felipe es su vocación por la formación sacerdotal. Conoció en 1987 a quien hoy es su sucesor, Monseñor Andrés Napoleón Romero Cárdenas, y desde entonces ambos compartieron espacios de estudio, retiros, diálogos y proyectos colaborativos. Durante décadas, su influencia alcanzó a cientos de seminaristas y religiosos de distintas diócesis. Su lema era cristalino: "Sacerdotes bien formados para comunidades fuertes".

Una de las primeras obras que impulsó al llegar al Suroeste fue la creación del Seminario Menor San Juan Pablo II, un espacio donde los jóvenes dominicanos pudieran comenzar su discernimiento vocacional en un ambiente de oración y formación integral. No hay en el país un solo sacerdote, diocesano o religioso, que no haya recibido alguna enseñanza, conferencia o acompañamiento de este pastor incansable. Como lo expresó el actual obispo de Barahona, Monseñor Romero Cárdenas, monseñor Rafael Felipe "pasó los mejores años de su vida formando sacerdotes", dejando un legado de generaciones de religiosos profundamente comprometidos con la misión evangelizadora de la Iglesia.

Un Aliado Permanente de la Educación Dominicana

Su compromiso con la formación no quedó confinado dentro de los muros de las instituciones religiosas. Monseñor Rafael Felipe fue un defensor incansable de la educación como herramienta de movilidad social y desarrollo humano para el pueblo dominicano. Respaldó activamente el crecimiento académico del entonces Instituto Católico Tecnológico de Barahona, impulsando su transformación hasta alcanzar la categoría de universidad. Con esta visión educativa, contribuyó significativamente a la expansión de oportunidades académicas en la región, demostrando que la misión pastoral trasciende lo meramente religioso para abarcar el bienestar integral de las comunidades.

Una Vida Vivida en Plenitud Evangélica

Monseñor Fello vivió ligero de equipaje, sin apego a las cosas materiales. En su vida podía leerse las páginas vivas del Evangelio. Cumplió a cabalidad con la oración de abandono que adoptó como propia, entregándose sin medida en infinita confianza a la voluntad divina. El 23 de febrero de 2015, el Papa Francisco aceptó su renuncia como obispo de Barahona por motivos de edad, conforme al Derecho Canónico. Fue sucedido en el gobierno pastoral por Monseñor Andrés Napoleón Romero Cárdenas.

Incluso en su condición de Obispo Emérito, continuó sirviendo a la Iglesia. El 10 de septiembre de 2016, el Papa Francisco lo nombró Administrador Apostólico Sede Vacante de la Diócesis de San Pedro de Macorís, restituyéndole los derechos y deberes de los obispos diocesanos por el traslado de Monseñor Francisco Ozoria Acosta.

El 28 de septiembre de 2010, el Senado de la República lo homenajeó por su extraordinaria labor pastoral desarrollada durante treinta y cuatro años en pro del crecimiento espiritual, la paz social y el bienestar colectivo de millares de hombres y mujeres de la región Enriquillo. Este reconocimiento nacional testimoniaba el impacto trasformador de su ministerio en la sociedad dominicana.

Un Testimonio que Permanece

Monseñor Rafael Felipe Núñez dejó de este mundo a los ochenta y siete años, dejando un legado que permanecerá grabado en las generaciones de sacerdotes y laicos que formó de manera incansable. Su integridad, su sencillez, su firmeza en la fe y su profunda humanidad en la entrega constituyen un espejo en el que los discípulos pueden medir su propio camino hacia la santidad.

Esperamos que sus enseñanzas continúen inspirando a futuras generaciones de dominicanos. Un verdadero pastor según el corazón de Dios, Monseñor Rafael Felipe fue luz, testigo, misionero y evangelizador. Su misión fue la gente, y en cada rincón del Suroeste dominicano su nombre seguirá ocupando un lugar central, no solo como obispo, sino como padre, guía, acompañante y defensor de una región llena de belleza y riquezas por explotar. Aun ausente del mundo terrenal, su testimonio continúa haciendo mucho más por nosotros desde el cielo, recordándonos que la verdadera grandeza está en el servicio desinteresado y en la entrega total a la voluntad divina por el bien de nuestro pueblo dominicano.

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