Duarte 25 es una obra enfocada en resaltar esa edad del patricio como clave en su vida político-social y la del país.
Duarte 25 es una obra enfocada en resaltar esa edad del patricio como clave en su vida político-social y la del país.
Es cuando organiza el movimiento que seis años después culminaría en la independencia nacional, pero además, lo sitúa como único padre de la Patria y sustenta otra afirmación controversial, que su familia era conocida antihatiana e hispanófila.
El autor Julio Manuel Rodríguez Grullón matiza la entrega de los otros dos independentistas a la causa por la que trabajaron desde el inicio de la gesta. No obstante, formula la aseveración de Juan Pablo como sola figura central.
De Matías Ramón Mella reconoce su valor y disposición, de tal manera que a la hora convenida algunos de su grupo vacilaron y su trabucazo fue decisivo para sacar de sus casas a los indecisos de todos los equipos e iniciar la batalla en el punto acordado, la Puerta del Conde.
En cuanto a Francisco del Rosario Sánchez, cita que salió de su escondite cuando lo creían muerto y acudió a pelear. Recuerda que tal era la confianza del líder en este compañero que le dejó al frente del movimiento y fue proclamado presidente de la Junta Central Gubernativa, por los que allí estaban “duartistas en su mayoría”.
Insiste en el trabajo de los trinitarios en ausencia de su fundador y recuerda que lo primero que hicieron, proclamada la independencia, fue mandar a buscarlo a Curazao. Esta deferencia al punto de que la embarcación La Leonor retornó la noche del 14 de marzo de 1844, pero Sánchez y Mella no quisieron que desembarcara hasta el día siguiente para darle el recibimiento que merecía.
Los define como sus colaboradores pero nunca a su nivel. “Siempre siguieron sus órdenes y lo consideraron su mentor y guía. Lo de los tres padres de la patria comenzó en 1894. Fue una idea de Juan Francisco Sánchez, hijo de Sánchez, muy influyente en esos tiempos de la tiranía de Ulises Heureaux (Lilís), pero que no prendió”.
Detalla que luego, en tiempos de Rafael Leonidas Trujillo la intención fue retomada para su conveniencia, época en la que también proclama a Pedro Santana héroe nacional con igual o más altura que Duarte.
Atribuye esas situaciones a la ignorancia y a los tiempos y sostiene que ahora la historia arroja una gran distancia con todos los demás luchadores. Fue el ideólogo y materializador del proyecto.
Aunque refiere antihaitianismo e hispanofilia en los Duarte Díez, el padre originario de España, la madre hija de español, aclara que el prócer enfrentó a los separatistas que buscaban salir del dominio haitiano para anexarse a una potencia, como España, por ejemplo.
Justo lo que hizo Santana 17 años después de proclamada la independencia y refuta a los que hablan de que la desvinculación de Haití fue solo una separación, porque no era un estado fuerte.
Quiere despejar la confusión creada y destaca que esta parte de la isla estaba dividida entre los que querían liberarse de los haitianos y ser independientes, los independentistas, y los que pugnaban por la protección de un dominio extranjero poderoso, los separatistas.
La esencia de la obra es recordar a un Duarte joven de ideas libertarias, porque de forma paradójica, la imagen más usada y claro más conocida, es la tomada en Caracas, Venezuela, cuando tenía 60 años, que colocada al lado de las juveniles de Sánchez y Mella le hacen deslucir y siembran la percepción de que empezó viejo sus hazañas patrióticas.
“Parece el papá o el abuelo de los otros dos. En realidad era tres años mayor que Sánchez y cuatro que Mella, o sea, contemporáneos”, expone Rodríguez Grullón.
Esa fotografía a la que alude responde a un hombre deteriorado en el plano físico, enfermo de tuberculosis y de paludismo, distante de aquel que apenas alcanzaba los 31 años cuando consumó la liberación y los 25 cuando organizó el movimiento.
“La idea que quiero transmitir es que fue un joven alegre y vigoroso, que trabajó de forma intensa por la independencia dominicana. Era además el único de los patriotas que los separatistas no podían engañar o controlar. Su gran labor la ejecutó entre 1838 y1844 y no tenemos fotos o imágenes suyas a esa edad”, explica.
Duarte funda la Trinitaria, después de estimular por las tardes a sus amigos desde su regreso de España en 1831 a rebelarse contra los haitianos. En 1838, cuando tenía un cuarto de siglo, ocurrieron las primeras manifestaciones contra Jean Pierre Boyer en Haití. El momento oportuno para dar forma a sus planes.
Es también la edad que tenía cuando José María Serra describió su rostro, representación que inspiró a la artista Clelia Gómez para plasmar la pintura al óleo utilizada en la portada del libro. Tal como afirma Rodríguez Grullón, el retrato representa a un personaje diferente por completo al que conocemos en su fotografía más famosa y al de la escultura más promovida.
Considera relevante acentuar la labor desde ese período y para reforzar el criterio empieza por dar a conocer la imagen que correspondería al joven que logró convertir sus ideas en las bases de la soberanía y vio cumplido su anhelo de una nación sin ataduras, sin dependencia. Por eso quiere proyectar la cara fresca esbozada por su compañero de lides.
¿Qué hace a esta obra distinta a las tantas ya publicadas? El investigador responde con autoridad que enfoca a un libertador centrado en sus ideas en el momento crítico de su lucha contra los que no creían en la independencia, los separatistas, sino en salir de los haitianos y que viniera un imperio a hacerse cargo. Francia era esa potencia.
En ese grupo menciona a Tomás Bobadilla, Pedro Santana y Buenaventura Báez y alude la intervención del cónsul francés Juchereau Saint Denys, que el 5 de febrero de 1844 informó a su gobierno del esfuerzo de los trinitarios para proclamar a la República Dominicana y le notificaba que estaban dispuestos a tomar las armas.
La investigación conllevó una labor de tres años. El recorrido histórico, que empieza desde antes de la concepción del protagonista, incluye su proyecto de Constitución, que consigna el alto afán por mantener la independencia, no ser parte de otra nación ni propiedad de familias ni personas, menos extrañas.
Rodríguez Grullón escribe de la familia procreada por el matrimonio entre Juan José y Manuela, que salió a Puerto Rico en 1800, ante la llegada inminente de Tousaint Loverture. Para entonces Juan Pablo no había venido al mundo, lo hizo 13 años después.
Su hermano Vicente, que le apoyó, sí existía. El mayor y el único que dejó descendencia. Igual ya estaban María Josefa y María Francisca. En 1820 llega Rosa, desde los 18 años incorporada al plan.
El autor indica que pondrá la obra a disposición de estudiantes para que amplíen sus conocimientos sobre este personaje y la historia nacional, lo que servirá para que abastecidos por el discernimiento tengan conceptos más claros sobre la defensa de la Patria.
Aunque la imagen más promovida del patricio es justo la de su estadía en Venezuela, de forma paradójica es poco lo que los dominicanos saben sobre su vida allí. El escritor manifiesta que esas nociones cortas han cambiado mucho, después del trabajo de Cecilia Ayala Laffe y Col sobre la familia Díez en esa nación de 1845-1890.
Esos estudios arrojan serias dudas sobre su supuesta pobreza y de sus familiares, “puesto que los primos y tíos maternos eran al parecer personas pudientes en ese país, que hasta esclavos poseían en algún momento”, expresa Rodríguez Grullón y con esto contradice la versión de que murió en la más absoluta indigencia.
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