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Reflexión profunda sobre la calidad educativa en República Dominicana: Más promoción, menos aprendizaje

Reflexión profunda sobre la calidad educativa en República Dominicana: Más promoción, menos aprendizaje. Un análisis crítico del estudio del CIED-Humano revela los desafíos y desigualdades en el sistema educativo dominicano y la influencia de organismos internacionales.

La educación dominicana atraviesa un momento crucial de autoevaluación y reflexión profunda. Los recientes hallazgos del Centro de Investigación en Educación y Desarrollo Humano de la Universidad Católica Madre y Maestra sobre las Pruebas Nacionales 2025 han generado un debate nacional necesario sobre la verdadera calidad del aprendizaje en nuestras aulas. Este análisis, que evaluó a más de 82,000 estudiantes en Ciencias Sociales, Naturales, Lengua Española y Matemáticas, revela una realidad compleja que merece ser examinada con detenimiento y desde múltiples perspectivas.

Los hallazgos que interpelan al sistema educativo
El estudio presentado por Radhamés Mejía, director del CIED-HUMANO, y el viceministro de Educación Óscar Amargós, evidencia una paradoja preocupante: mientras el 75.5 por ciento de los estudiantes son promovidos de curso, solamente un 22 por ciento alcanza un desempeño satisfactorio en las cuatro asignaturas evaluadas. Más alarmante aún resulta que el 36 por ciento de los evaluados no logró un nivel adecuado en ninguna de las materias. Esta desconexión entre promoción y aprendizaje real plantea interrogantes fundamentales sobre la efectividad de nuestro sistema educativo. Los promedios internos de las escuelas rondan los 85 puntos, mientras que en las Pruebas Nacionales los resultados apenas alcanzan entre 56 y 58 puntos. Una brecha de entre 28 y 31 puntos que no puede ser ignorada y que refleja una inflación de calificaciones que crea una ilusión de progreso sin sustancia real[^1].

Las brechas estructurales que demandan atención
La investigación del CIED-HUMANO revela disparidades significativas entre los diferentes sectores educativos que reflejan las desigualdades socioeconómicas del país. En el sector público, apenas el 14 por ciento de los estudiantes alcanza un desempeño integral, comparado con el 35 por ciento en centros privados y el 30 por ciento en instituciones semioficiales. Estas cifras no son simplemente estadísticas: representan la historia de miles de jóvenes dominicanos cuyas oportunidades de futuro están siendo limitadas por factores que escapan a su control. La tanda nocturna presenta el panorama más crítico, con tres de cada cuatro estudiantes permaneciendo en el nivel más bajo de desempeño. Esta modalidad, que atiende principalmente a estudiantes que trabajan durante el día, evidencia cómo las condiciones materiales y las circunstancias de vida impactan directamente en las posibilidades de aprendizaje. Por el contrario, la modalidad técnico-profesional muestra mejores resultados y menores brechas, sugiriendo que un enfoque educativo más práctico y orientado a competencias específicas puede ser más efectivo para ciertos perfiles de estudiantes. De los 85,808 alumnos convocados para las Pruebas Nacionales, la participación fue alta: 82,010 tomaron la prueba de Ciencias Sociales, 82,126 la de Ciencias de la Naturaleza, 81,990 la de Lengua Española y 82,157 la de Matemáticas. Las ausencias oscilaron entre 1,200 y 1,700 estudiantes por materia, lo que representa una tasa de asistencia superior al 95 por ciento. Este nivel de participación demuestra el compromiso de la juventud dominicana con su formación, a pesar de las dificultades que enfrentan. Estos datos, profundizados en análisis nacionales, consolidan la importancia de reconocer y abordar las desigualdades desde las políticas educativas públicas[^2].

Cuestionando la metodología: La necesidad de un enfoque integral
Una reflexión crítica sobre estos resultados exige cuestionar no solo los hallazgos, sino también la metodología empleada en el estudio. El enfoque predominantemente cuantitativo, aunque valioso para ofrecer un panorama general, presenta limitaciones importantes al centrarse exclusivamente en datos numéricos sin explorar las causas profundas que generan estos resultados. Un análisis verdaderamente científico y completo requeriría una metodología híbrida que combine lo cuantitativo con lo cualitativo. Es fundamental examinar los componentes subjetivos del proceso de aprendizaje: las condiciones materiales en que viven los estudiantes, el capital cultural de sus familias, el entorno comunitario, el acceso a recursos educativos complementarios, la nutrición, la estabilidad emocional y las expectativas sociales. Estos factores contextuales son determinantes en el rendimiento académico y no pueden ser ignorados si se busca comprender integralmente la situación educativa dominicana. La diferencia de desempeño entre estudiantes del sector público y del sector privado no puede atribuirse únicamente a la calidad de la enseñanza en las aulas. Detrás de esos números existen realidades socioeconómicas que marcan profundamente las trayectorias educativas: estudiantes del sector público que trabajan para ayudar a sus familias, que carecen de espacios adecuados para estudiar en casa, que enfrentan inseguridad alimentaria, que viven en comunidades con altos índices de violencia, o que no tienen acceso a internet ni a materiales educativos complementarios[^3].

Los condicionamientos externos y las prioridades del sistema
Un aspecto crucial que merece ser discutido abiertamente es la influencia de los organismos financieros internacionales en las políticas educativas dominicanas. Estos organismos condicionan frecuentemente sus préstamos y apoyo financiero al cumplimiento de metas relacionadas con tasas de promoción y cobertura, mostrando menor interés en la calidad real de los aprendizajes. Esta presión externa explica en parte por qué el sistema educativo dominicano ha priorizado históricamente la cantidad sobre la calidad, privilegiando la aprobación y la expansión de la cobertura sin asegurar que los estudiantes verdaderamente adquieran las competencias necesarias. Esta realidad no exime de responsabilidad a las autoridades educativas nacionales, pero sí contextualiza las decisiones tomadas y permite comprender las limitaciones estructurales dentro de las cuales opera el sistema. Reconocer estas presiones es esencial para diseñar estrategias que equilibren las demandas de cobertura con el imperativo de garantizar aprendizajes significativos y duraderos.

Los avances que iluminan el camino
A pesar de los desafíos identificados, es fundamental reconocer que el sistema educativo dominicano ha logrado avances significativos en años recientes. Los indicadores educativos de los últimos tres años muestran resultados alentadores que demuestran que el progreso es posible cuando existe compromiso institucional y recursos adecuados. Las tasas netas de cobertura reflejan una tendencia creciente en todos los niveles. En la educación temprana, de cero a dos años, la cobertura pasó de 4.9 por ciento en el año escolar 2021-2022 a 7.1 por ciento en 2023-2024. En el segundo ciclo del nivel inicial, la cobertura se elevó de 48.0 por ciento a 59.9 por ciento. En el nivel primario, la tasa neta de cobertura pasó de 91.2 por ciento a 92.6 por ciento, y en el nivel secundario, de 65.7 por ciento a 70.7 por ciento. Los indicadores de eficiencia interna también muestran mejorías notables. En el nivel primario del sector público, la promoción aumentó de 90.4 por ciento a 93.3 por ciento, mientras que el porcentaje de estudiantes reprobados disminuyó de 7.1 por ciento a 4.7 por ciento. El abandono escolar en secundaria pasó de 5.9 por ciento en 2021-2022 a 4.9 por ciento en 2023-2024. El cambio más significativo se registró en la asistencia escolar de niños de tres a cinco años: la tasa pasó de 49.2 por ciento en 2021-2022 a 61.1 por ciento en 2023-2024. En la población estudiantil de 14 a 17 años, la tasa de asistencia escolar aumentó de 73.5 por ciento a 79.8 por ciento. Estos datos reflejan que cada vez más niños y adolescentes dominicanos tienen acceso a la educación, un logro que debe ser celebrado como base fundamental para cualquier mejora futura en la calidad del aprendizaje, según datos recientes publicados por el Ministerio de Educación[^4].

Recomendaciones para transformar la realidad educativa
El estudio del CIED-HUMANO propone revisar la fórmula actual de promoción, que pondera en 70 por ciento las notas internas y en 30 por ciento las Pruebas Nacionales, argumentando que este esquema privilegia la aprobación sobre el aprendizaje real. La propuesta de alinear las evaluaciones internas con los aprendizajes efectivos es razonable, pero debe implementarse cuidadosamente para no penalizar injustamente a estudiantes que enfrentan circunstancias adversas. Radhamés Mejía enfatiza la urgencia de establecer coherencia curricular, desarrollar una cultura de evaluación rigurosa y mejorar la capacidad institucional de los centros educativos. Correctamente señala que la calidad educativa no depende únicamente del estudiante, sino también de la capacidad institucional del centro escolar y del liderazgo a nivel distrital. Esta visión sistémica es fundamental para diseñar intervenciones efectivas.

Una mirada honesta hacia el futuro educativo dominicano
Las Pruebas Nacionales no son un fiasco en sí mismas, sino un termómetro que mide la temperatura real del sistema educativo. Como bien se ha señalado en el debate público, la evaluación estandarizada no solo mide conocimientos, sino que también motiva a estudiantes e instituciones a mejorar. Es un mecanismo imprescindible para detectar fallas del sistema y orientar reformas educativas necesarias. El problema no radica en las evaluaciones, sino en la necesidad urgente de fortalecer la calidad de la enseñanza y ofrecer apoyo efectivo a los estudiantes para que realmente aprendan. La baja performance en las pruebas no implica que toda la enseñanza sea inútil ni que los estudiantes sean incapaces. Refleja desafíos estructurales que requieren atención, inversión sostenida y políticas públicas coherentes. La educación dominicana se encuentra en una encrucijada. Puede continuar por el camino de promover sin enseñar, de calificar sin formar, generando una ilusión de progreso que no resiste evaluaciones serias. O puede elegir el camino más difícil pero necesario: reencontrarse con su propósito transformador, recuperar el rigor académico sin perder de vista las realidades socioeconómicas de los estudiantes

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