Mi PuebloNoticias

Impacto ambiental y social de las barcazas eléctricas en Los Negros, Azua: un llamado urgente a la acción

Descubre cómo las barcazas eléctricas en Los Negros, Azua, están afectando el ambiente y la vida de la comunidad. Este artículo aborda el impacto ambiental, social y económico, con testimonios y propuestas para proteger este valioso ecosistema dominicano.

En el tranquilo litoral de Azua, donde el mar era sustento y herencia, la instalación de tres barcazas eléctricas alteró profundamente el equilibrio de una comunidad que durante décadas prosperó del turismo, la pesca artesanal y la venta de productos del mar. Lo que una vez fue una playa vibrante, llena de visitantes, pescadores y familias, hoy vive bajo una realidad distinta: humo espeso que se filtra en las viviendas, olor a aceite quemado, un ruido metálico persistente y la angustia de ver cómo desaparece el modo de vida de miles de dominicanos.

El colapso de una forma de vida

Desde la llegada de las barcazas de Karpowership, residentes, pescadores y comerciantes de Los Negros reportan cambios dramáticos. Víctor Medina, conocido como Tabla, ha vendido pescado en la playa prácticamente toda su vida. Recuerda con nostalgia los días previos a la instalación: la playa era un hervidero de visitantes, las mesas siempre llenas, el comercio floreciente. Hoy describe la situación con frustración: antes de las barcazas aquello era un éxito, pero ahora no se soporta el humo, y días atrás una columna de humo negro se dispersó por todo el pueblo.

Cristian González, otro vendedor de pescado, relata que la comunidad literalmente vive enferma. El humo se mete en las casas, y cuando las personas están acostadas sienten como si la estructura misma fuera a derrumbarse. Anderson López, con más de cuatro años vendiendo pescado en la zona, es más directo: el turismo se murió. A esa hora del día solía haber hasta veinte vehículos estacionados, las mesas rebosantes de comensales, pero ahora cuando prenden las barcazas a las dos de la tarde, el humo les obliga a recoger todo y marcharse.

La desaparición de los peces y el deterioro del mar

Los pescadores artesanales narran un deterioro que va más allá de lo económico. Juan Carlos Díaz Figuereo advierte que la situación ha empeorado significativamente: el agua cambió, los peces se alejan y la grasa hace daño. Luis, residente en Las Caobitas, identifica un factor técnico preocupante: las barcazas sueltan agua caliente que ahuyenta a los peces. Yuderis Segura, de Barrera, sale a pescar a las cinco de la mañana buscando captura, pero encuentra cada vez menos peces y un agua visiblemente más turbia. Reyito, otro pescador de la zona, resume la situación de manera contundente: la pesca está mala, todo se descontroló.

Doña Estela Santa, quien ha vendido pescado durante tres décadas, observa con pesar cómo las barcazas están echando todo a perder: la playa, la fauna, la vida. Recuerda que antes aquello era limpio y hermoso, y ahora hasta peces muertos aparecen flotando. Este es el reflejo de un ecosistema en crisis, de un equilibrio natural roto por la intervención humana.

Hogares enfermizos y una población angustiada

En las viviendas, la desesperación alcanza tonos dramáticos. Eloísa Beltrán expresa que ese humo acaba con el pueblo, es un infierno. Ramón Beltrán, con cincuenta años viviendo en la zona, constata que antes la playa estaba llena de gente, familias, vida. Hoy nadie se arrima. Doña Deisy Ramírez, de setenta y nueve años, describe la situación como insoportable, obligando a los residentes a encerrarse en sus casas. Josefa Encarnación, preocupada por la salud de los niños, menciona raquitis y otros problemas de salud que achaca a las condiciones ambientales, pidiendo a gritos que remuevan esas instalaciones.

Para muchos, la instalación se realizó más por consideraciones políticas que técnicas o ambientales, y sienten que como personas pobres no tienen la fuerza ni los medios para oponerse a decisiones que afectan profundamente sus vidas.

El ecosistema marino en riesgo crítico

Luis Carvajal, biólogo y coordinador de la Comisión Ambiental de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, ofrece una perspectiva técnica que pone en contexto la gravedad de lo que ocurre. Explica que la zona donde operan las barcazas es ambientalmente frágil, protegida por leyes nacionales e internacionales, y que su instalación viola normativas ambientales y constitucionales dominicanas.

Señala que se aprobó una licencia ambiental de manera irregular, que mientras el caso está en tribunales se incrementó la capacidad de generación, y que las operaciones ocurren dentro de un área de amortiguamiento protegida legalmente. Recuerda además derrames previos, incluido uno en agosto que provocó una mortandad masiva de peces, evidencia documentada del peligro que representa esta actividad según el análisis de Panorama.

La pluma térmica: un fenómeno silencioso pero devastador

El peligro más crítico que identifica Carvajal es lo que se conoce como la pluma térmica. Las barcazas utilizan agua del mar para enfriar sus sistemas de generación eléctrica y devuelven esa agua significativamente más caliente al océano. Este proceso reduce drásticamente el oxígeno disuelto en el agua, alterando los ecosistemas marinos de manera fundamental.

Este fenómeno afecta a peces, crustáceos, corales, manglares y praderas marinas. Particularmente preocupante es que la zona ya opera cerca del umbral térmico máximo debido al cambio climático global. La combinación de calor adicional y pérdida de oxígeno puede literalmente matar el ecosistema marino, convirtiendo aguas que antes bullían de vida en desiertos acuáticos.

El combustible que alimenta la contaminación

Las barcazas operan utilizando búnker, uno de los combustibles más contaminantes del planeta. Cuando se quema, libera partículas tóxicas, compuestos azufrados, óxidos de nitrógeno y emisiones significativas de dióxido de carbono. Estos contaminantes afectan la calidad del aire que respiran miles de familias, incrementan riesgos respiratorios crónicos y comprometen la estabilidad de los ecosistemas costeros.

Francisco Domínguez Brito, exministro de Medio Ambiente y exsenador de la República, advierte que las barcazas representan una amenaza directa a la salud, a la integridad de áreas protegidas y a la credibilidad institucional del país, como ha subrayado en su advertencia pública. Señala que lo que parecía ser un debate técnico se ha convertido en un grave problema nacional que exige decisiones inmediatas, valientes y responsables.

Domínguez Brito subraya que la cercanía de estas instalaciones a áreas ecológicas tan frágiles contradice las normas de protección ambiental dominicanas y podría generar daños irreversibles. Además, lamenta que estas emisiones elevadas de dióxido de carbono contradicen los compromisos internacionales asumidos en el Acuerdo de París.

El costo económico oculto

Otro aspecto crítico que destaca el exministro es el costo económico. La generación eléctrica mediante barcazas cuesta hasta tres veces más que la generación en Punta Catalina, como señalan recientes análisis económicos sectoriales. Cuando una solución es más contaminante, más peligrosa y además más costosa, no es una solución: es un problema que debe ser retirado.

Reconocimiento gubernamental tardío

El presidente Luis Abinader ha reconocido públicamente que las barcazas que operan en Los Negros generan un impacto ambiental, como reseñan medios nacionales en sus declaraciones oficiales. Este reconocimiento, aunque llega tarde, abre la posibilidad de que se adopten medidas correctivas. Sin embargo, el reconocimiento sin acción no devuelve los peces al mar ni restaura la salud de una comunidad ya afectada.

El Instituto de Abogados para la Protección del Medio Ambiente, junto con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la Asociación de Vendedores de Pescado de Los Negros, la Junta de Vecinos La Nueva Esperanza y la Fundación Pro-Desarrollo de Los Negros, han presentado un recurso ante la Tercera Sala del Tribunal Superior Administrativo cuestionando la legalidad de la instalación. Todo el proceso ha sido seguido de cerca por crónicas judiciales especializadas.

El caso ha concluido su fase de pruebas con las presentaciones finales de las partes involucradas. Los demandantes señalan al Ministerio de Medio Ambiente, a Karpowership y a la Procuraduría General Administrativa de haber avalado el proyecto sin cumplir los procedimientos ambientales exigidos por la normativa dominicana. Solicitan la nulidad de la licencia ambiental, argumentando que viola disposiciones constitucionales, la Ley sobre Medio Ambiente y Recursos Naturales, y la ley que sanciona la destrucción de manglares.

Los abogados de la comunidad recuerdan que el Refugio de Vida Silvestre Manglares de Puerto Viejo está protegido mediante decreto, y que los impactos generados por las barcazas

What's your reaction?

Related Posts

1 of 2,951

Leave A Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *