El Jet Set Club, desde su fundación en 1973, se erigió como un monumento a la cultura musical dominicana. Ubicado en la avenida Independencia de Santo Domingo, este espacio no solo albergó noches de baile, sino que tejió la memoria colectiva de generaciones a través de ritmos que definieron una identidad nacional. Su pista de baile, testigo de más de 17,000 presentaciones en vivo, se convirtió en santuario para amantes del merengue, la bachata y la salsa, géneros que encontraron en sus paredes un altavoz para proyectarse hacia el mundo (Jet Set celebra 52 años de historia, música y tradición en la República Dominicana, Jet Set: el fin de 52 años de música y alegría). La discoteca nació bajo la visión de Grecia López, mujer pionera que transformó un cine en desuso en el epicentro de la vida nocturna capitalina, sentando las bases para que su hijo Antonio continuara el legado con innovaciones tecnológicas y programación diversa que mantuvieron relevante al local por cinco décadas (Jet Set: el fin de 52 años de música y alegría, Luto y dolor).
Cuna de talentos y crisol cultural
La magia del Jet Set residía en su capacidad para unir tradición y modernidad. Cada lunes, el local se transformaba en catedral del merengue típico, donde Rubby Pérez —convertido en leyenda tras su trágica desaparición durante el colapso— elevaba el ánimo del público con su voz potente y fraseos contagiosos (Muere el merenguero Rubby Pérez en colapso del Jet Set en República Dominicana, Tragedia en el Jet Set: ascienden a 113 los muertos…). Pero no solo de merengue vivía el lugar: los viernes de salsa atraían a figuras como Óscar D’León, cuyo tumbao caribeño hacía vibrar los cimientos del edificio, mientras los sábados de bachata mostraban la evolución del género con Anthony Santos depurando ese “dolor de amor” que caracteriza al ritmo (Jet Set celebra 52 años de historia, música y tradición en la República Dominicana). Esta programación estratégica convertía cada semana en un viaje por las raíces musicales del Caribe, atrayendo tanto a turistas curiosos como a conocedores exigentes (El colapso del Jet Set Club… implicaciones para la industria, Jet Set celebra 52 años de historia, música y tradición en la República Dominicana).
La arquitectura del recinto jugó papel crucial en su mitología. El diseño hexagonal del salón principal, con su sistema de luces inteligentes instalado en 2015, creaba efectos visuales sincronizados con los compases musicales. El escenario, situado a 1.5 metros sobre el nivel de la pista, permitía interacción única entre artistas y público, facilitando esos momentos espontáneos donde un saxofonista bajaba a bailar con la multitud o un cantante dedicaba temas a espectadores específicos (Jet Set: el fin de 52 años de música y alegría, Luto y dolor). Las mesas VIP, dispuestas en niveles escalonados, ofrecían vistas panorámicas sin perder intimidad, concepto revolucionario cuando se implementó en los años 90 (Jet Set celebra 52 años de historia, música y tradición en la República Dominicana).
Microcosmos social y económico
Más que espacio de entretenimiento, el Jet Set funcionaba como termómetro social. En sus mesas se veían desde políticos de alto rango hasta obreros que ahorraban meses para celebrar su aniversario en el local. Esta convergencia única quedó evidenciada en la tragedia de 2025, donde víctimas de todos los estratos compartieron destino final, demostrando cómo el local trascendía divisiones de clase (Hasta que la muerte nos unió, Razones del colapso según investigaciones preliminares). Los “martes de turismo” eran prueba de su impacto económico: paquetes vacacionales de agencias como Viva Tours incluían entrada garantizada al club, generando derrama económica estimada en 2 millones de dólares anuales para negocios aledaños (El colapso del Jet Set Club… implicaciones para la industria, Jet Set celebra 52 años de historia, música y tradición en la República Dominicana).
El fenómeno Jet Set incubó nuevas expresiones artísticas. El “merengue híbrido”, fusión de elementos electrónicos con güira tradicional, tuvo su bautizo en estas instalaciones cuando Juan Luis Guerra probó aquí los arreglos que luego incluiría en su álbum “Arena y Sol” (Jet Set celebra 52 años de historia, música y tradición en la República Dominicana). Las competencias de baile espontáneas los jueves por la noche sirvieron de cantera para estrellas como Jatnna Tavárez, quien siendo mesera del local fue descubierta por un productor impresionado con sus movimientos (Luto y dolor).
Legado inmaterial y reconstrucción identitaria
Tras el colapso, el vacío físico del Jet Set contrasta con su vigor simbólico. Antiguos parroquianos han convertido el estacionamiento del local en altar espontáneo, donde fotografías amarillentas y zapatos de baile gastados narran historias de noches gloriosas. El Ministerio de Cultura, reconociendo esta importancia, anunció planes para crear el Museo Interactivo de la Música Tropical en terrenos aledaños, proyecto que rescatará equipos de sonido originales y vestuario de artistas que pasaron por el escenario (Jet Set celebra 52 años de historia, música y tradición en la República Dominicana, Luto y dolor).